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1/7/14

Teoría

En términos generales puede afirmarse que toda ciencia está formada esencialmente por teorías. 

Pero, ¿qué es teoría? A poco que examinemos los alcances con que se utiliza el término, nos encontramos
con una amplísima multiplicidad y variedad de sentidos, al punto que deja de tener un significado 
fácilmente identificable. 

No vamos a comenzar eligiendo una noción o definición de teoría. Queremos empezar con algunas consideraciones sobre la función de la teoría como expresión del conocimiento científico. Ello está más directamente vinculado a los objetivos de este libro que el teorizar sobre la teoría. 

Una teoría –cuando es verdaderamente tal– no es para «conceptuar conceptos», sino para «conceptuar la realidad». En el primer caso el objetivo y el objeto del pensar teórico quedan reducidos a un manejo de conceptos. La elucubración teórica es un moverse en una especie de geometría del espacio social; lo que cuenta son los imperativos de la facultad subjetivo-racional del conocimiento y el manejo conceptual, con prescindencia del conocimiento de la realidad concreta. Esta forma de concebir la teoría –que para nosotros es pseudo teoría o, si se quiere, huera charlatanería– es lo que ha conducido al desprestigio de la misma. En cambio, cuando la teoría es capaz de conceptuar o sistematizar la realidad como «resultado de aplicar un método a un cierto repertorio de problemas, experiencias y procesos históricos estrictamente definidos en el tiempo y en el espacio», entonces ésta no aparece nunca como contrapuesto a lo empírico o a la realidad.

¿Qué significa, pues, «conceptuar la realidad»? Para nosotros es equivalente a «expresar la realidad» a través de las dos funciones que las teorías cumplen dentro del proceso científico: «explican generalizaciones empíricas que ya se conocen (esto es, resumen el pasado de una ciencia) y predicen generalizaciones empíricas que aún son desconocidas (esto es, guían el futuro de una ciencia)... Esta interacción entre las implicaciones pasadas y futuras de las teorías parecen servir directamente al fin supremo de toda ciencia: identificar la necesidad en la naturaleza. Esto es, en la ciencia nosotros queremos saber no sólo cómo «han funcionado» las cosas en el pasado, ni sólo como «funcionarán» en el futuro, sino ambas –y más que eso– queremos conocer ambas con una sola proposición»

Otro aspecto que conviene dilucidar es el referente a la contraposición o antítesis que la opinión vulgar hace entre teoría y práctica, entre teoría y acción, entre teoría y realidad. Todas estas contraposiciones son falsos dilemas. No existe una disyuntiva entre teoría y práctica que implique optar entre una u otra; cuando una teoría no sirve para interpretar la realidad o para orientar la acción no es –como ya dijimos– por ser teoría sino porque es una mala teoría o una pseudo teoría.

Cabe plantearse, asimismo, –y es de gran importancia que esto sea comprendido por quienes se inician en el campo de la investigación social– la cuestión de la validez y alcance de una teoría social. El cientificismo ha servido –entre otras cosas– para difundir la idea del carácter universal, a-ideológico, apolítico y a-valorativo de las ciencias, asignando a las teorías una universalidad y objetividad absoluta si la teoría, como afirma Antonio García,«es una respuesta y proyección de una práxis en un contexto y en una circunstancia histórica bien determinada, es una burda falacia asignarle una universalidad absoluta, esto es, asignarle un valor que trascienda y desborde los marcos de un contexto de tiempo y espacio»
.

Bibliografía

Ezequiel Ander-Egg Técnicas de Investigación Social.Editorial LUMEN. 24.a edición Buenos Aires, 1995

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