Apoyo para Tesis y Trabajo de grado

Parte de mi aporte como profesional, docente e investigadora venezolana; a los estudiantes que buscan enriquecer sus conocimientos, sustentar sus trabajos y mejorar personal y profesionalmente. Éxitos¡¡¡

31/5/11

Método y Metodología

La ciencia es un tipo  particular y específico de conocimiento,
caracterizado por una serie de cualidades. Para lograr un conocimiento de
tal naturaleza, o sea, para hacer ciencia, es preciso seguir determinados
procedimientos que nos permitan alcanzar el fin que procuramos: no es posible
obtener un conocimiento racional, sistemático y organizado actuando de
cualquier modo: es necesario seguir algún método, algún camino concreto que
nos aproxime a esa meta. [Precisamente la palabra método deriva del griego y
significa li- teralmente Acamino para llegar a un resultado."]
    El método científico, por lo tanto, es el procedimiento o conjunto de
procedimientos que se utilizan para obtener conocimientos científicos, el
modelo de trabajo o secuencia lógica que orienta la investigación científica. El
estudio del método Bo de los métodos, si se quiere dar al concepto un alcance
más generalB se denomina  metodología, y abarca la justificación y la
discusión de su lógica interior, el análisis de los diversos procedimientos
concretos que se emplean en las investigaciones y la discusión acerca de sus
características, cualidades y debilidades.
    Sin embargo en el lenguaje cotidiano, y aún en la terminología que se sigue
frecuentemente en el mundo  académico, la palabra metodología se utiliza
también muy extensamente en sentidos diferentes, opuestos a veces al
anterior: se habla así de Ametodología de la investigación" para hacer
referencia a los pasos y procedimientos que se han seguido en una indagación
determinada, para designar modelos concretos de trabajo que se aplican en
una disciplina o especialidad y también  para hacer referencia al conjunto de
procedimientos y recomendaciones que se transmiten al estudiante como parte
de la docencia en estudios superiores. También suelen designarse como
métodos a los estilos de trabajo peculiares  de cada disciplina Bcomo cuando
hablamos del Amétodo antropológico"B  y a las formas particulares de
investigación que se utilizan para resolver problemas específicos de
indagación, como cuando aludimos al  Amétodo cualitativo", el Amétodo
experimental" o el Amétodo estadístico". [La mayoría de estos métodos deben
considerarse, en propiedad, como modelos o diseños típicos de investigación.
El lector advertirá, sin mayor dificultad, lo confuso que todo esto resulta. Pero
es en vano que nos lamentemos de esta curiosa situación, de que no se
emplee una conceptuación clara y precisa en el campo en que BprecisamenteB
se requeriría con mayor necesidad: hay usos aceptados del lenguaje que, por
la amplia extensión que poseen, son casi imposibles de modificar. Desde estas
páginas recomendamos asignar al concepto de método el significado general
de modelo lógico que se sigue en la investigación científica.  En cuanto al de
metodología, pen- samos que lo más adecuado es considerarla como el
estudio y análisis de los métodos, reservando los términos  técnicas  y
procedimientos para hacer alusión a los  aspectos más específicos y

concretos del método que se usan en  cada investigación. Pero esta
recomendación general, tomando en cuenta la observación anterior, deberá
siempre seguirse con bastante flexibilidad, adecuándola a las circunstancias de
cada caso: no tiene mayor sentido entablar discusiones, que suelen tornarse
interminables, por simples problemas terminológicos. Más importante es que
asignemos a cada término un significado preciso en cada trabajo o exposición
que hagamos.
    El método, en el sentido que acabamos de mencionar, se refiere entonces
directamente a la lógica interior del proceso de descubrimiento científico, y a él
le corresponden no solamente  orientar la selección  de los instrumentos y
técnicas específicos de cada estudio sino también, fundamentalmente, fijar los
criterios de verificación o demostración de lo que se afirme en la investigación.
Si quisiéramos ahora ser más concretos debiéramos dedicarnos a responder
una pregunta crucial: )Cual es, o cómo es, el método de la ciencia? Pero aquí
nos encontraríamos con una seria dificultad: no investigan del mismo modo el
astrónomo y el economista,  el historiador o el químico, el antropólogo o el
bioquímico. La experiencia histórica muestra, además, que los procedimientos
de la ciencia cambian con alguna frecuencia, porque son distintos los
problemas que se van planteando en el desarrollo de las disciplinas y porque
también las técnicas y los instrumentos concretos evolucionan, a veces con
gran rapidez.
    La historia de la ciencia permite  afirmar que el método, como camino que
construye el pensamiento científico, se va constituyendo, en realidad, junto con
ese mismo pensamiento, indisolublemente unido. Es falsa la imagen que nos
presenta el método como un todo acabado  y cerrado, como algo externo a la
práctica cotidiana de los investigadores, por cuanto él está estrechamente
unido a los aportes, teóricos y prácticos, que se van realizando. La ciencia no
avanza por medio de un proceso mecánico, como si bastara con formular un
problema de investigación,  aplicar el método correcto y obtener el resultado
apetecido. La investigación es un proceso creativo, plagado  de dificultades
imprevistas y de asechanzas paradójicas, de prejuicios invisibles y de
obstáculos de todo tipo. Por ello, la única manera de abordar el problema del
método científico, en un sentido general, es buscar los criterios comunes Blas
orientaciones epistemológicas  de fondoB que guían los trabajos de
investigación.
    Uno de los elementos más significativos en todo el pensar científico (aunque
no exclusivo de él) es el esfuerzo por la claridad en la conceptuación, tal como
lo veíamos en el anterior capítulo. Decíamos que, sin un  trabajo riguroso en
este sentido, era imposible formular  con precisión hasta la más simple
observación que pudiera servir de base para elaborar cualquier desarrollo
teórico.
    Pero este es sólo un primer elemento. El análisis del pensamiento científico
permite afirmar, además, que el método de la ciencia se asienta en dos pilares
fundamentales: por una parte en un constante tomar en cuenta la experiencia,

los datos de la realidad, lo que efectivamente podemos constatar a través de
nuestros sentidos; por otro lado en  una preocupación por construir modelos
teóricos, abstracciones generales capaces de expresar las conexiones entre
los datos conocidos.  Entre estos dos elementos debe existir una
concordancia, una adecuación, de modo tal que el  modelo teórico integre
sistemáticamente los datos que se  poseen en un conjunto ordenado de
proposiciones. Esto nos remite, como enseguida veremos, al decisivo concepto
de verificación.
    Como forma general, toda investigación parte de un conjunto de ideas y
preposiciones que versan sobre la realidad Bsobre hechos y fenómenosB y sus
descripciones y explicaciones. El científico, por más que esté persuadido de la
verdad de estas proposiciones, no las podrá sostener hasta que, de algún
modo, puedan ser verificadas en la práctica. Ello supone entonces que todo
problema de investigación debe ser explicitado en términos tales que permitan
su verificación, es decir, su comprobación o rechazo mediante la prueba de los
hechos. Dicho de un modo más concreto, una proposición es verificable
cuando es posible encontrar un conjunto de hechos, previamente delimitados,
que sean capaces de determinar si es o no verdadera. Así, si sostenemos que
el peso específico del mercurio es 13,6 veces mayor que el del agua, estamos
en presencia de una proposición verificable, por cuanto es perfectamente
factible, por medio de una sencilla operación, determinar que la afirmación se
cumple. En cambio al decir ADios creó al mundo" no estamos frente a una
afirmación científica, por cuanto no es  posible refutar o corroborar lo dicho
mediante datos de la experiencia.
    Un tercer elemento que creemos preciso incluir como integrante, en todos
los casos, del proceder científico, es el uso sistemático de la  inferencia, o
razonamiento deductivo. Inferir significa sacar consecuencias de un principio o
supuesto, de modo tal que dichas conclusiones deban ser asumidas como
válidas si el principio también lo es.  Así, por ejemplo, es posible reconstruir
totalmente el esqueleto de un ictiosaurio a partir de algunas pocas piezas si se
conocen algunas características generales de la disposición ósea de los
vertebrados, o es factible deducir la hipótesis de la expansión del universo por
el corrimiento de las franjas espectrales de la luz de las galaxias hacia el rojo,
según analogía con lo que ocurre a otros cuerpos observados en la Tierra. La
inferencia opera durante la  investigación, por lo general, de la siguiente
manera: una vez formulada una hipótesis se deducen de ella
posibles consecuencias prácticas que son luego, a su vez, sometidas a
verificación. La hipótesis misma no  se prueba, no se confirma, sino las
consecuencias deducibles de ella. A este tipo de razonamiento operacional se
le llama Amodelo hipotético deductivo". [V. Popper, Karl, Op. Cit..]
    No creemos oportuno, en un trabajo introductorio como éste, hacer un
análisis más exhaustivo de los problemas metodológicos de la ciencia. Pero no
podemos concluir este capítulo sin agregar dos cosas: la primera, bastante
obvia, es que el lector se remita a la bibliografía especializada Bsobre filosofía,
epistemología e historia de la cienciaB cuando tenga dudas sobre estas

complejas materias: no es posible adquirir un cierto dominio sobre ellas si no se
las estudia con paciencia, consul-tando  la amplia variedad de ideas ya
expresadas por tantos autores. La segunda observación tiene mas bien la
forma de una advertencia, y está especialmente dirigida a los estudiantes y a
quienes se inician en el camino práctico de la investigación científica.
    Existen docentes y autores que tratan de presentar al método, quizás con la
mejor intención pedagógica, como una  especie de camino seguro y cerrado,
como un conjunto de pasos sucesivos de obligatorio cumplimiento. Esta
manera de ver las cosas, como dijimos líneas más arriba, queda
automáticamente refutada al hacer el más  somero repaso de la historia de la
ciencia o al comparar el modo,  a veces bastante divergente, con que
investigadores de diversas disciplinas  encaran en la práctica su trabajo. Pero
existe otro argumento que permite apreciar la falacia lógica que encierra ese
modo de concebir el método científico:  si existiese un método único, que
pudiese definirse como verdadero de una  vez y para siempre, habría que
aceptar que el mismo nos  garantizaría la resolución automática de todos los
problemas. No habría entonces ninguna dificultad metódica y el conocimiento
progresaría en línea recta, haciéndose ociosa toda discusión acerca de su
carácter y de su validez. Pero esto, evidentemente, no se corresponde con la
realidad.
    Ello es así, en última instancia,  porque el método, en sí mismo, no es Bni
puede serB demostrable o verificable.  Sostener lo contrario derivaría en un
razonamiento circular, en un obvio sin  sentido lógico pues, si el método nos
garantiza un pensar científico )qué método garantizaría a su vez al mismo
método? Nos encontraríamos pues en una regresión hasta el infinito. De modo
que la postura más razonable parece ser la de aceptar que el método científico
no puede ser, intrínsecamente, demostrado científicamente. Es por este motivo
que la metodología no es, estrictamente, una disciplina o ciencia particular que
posea un cuerpo propio de conocimientos. Debe considerarse en cambio como
una reflexión sistemática, útil, sin  duda, pero cuyos productos no pueden
equipararse a los de las afirmaciones verificables de la propia ciencia.

Sujeto y Objeto

El proceso de conocimiento puede  concebirse como una relación, de
singular complejidad, entre estos dos  elementos, sujeto y objeto. Para
comenzar diremos que entendemos por  sujeto a la persona (o equipo de
personas) que adquiere o elabora el conocimiento. El conocimiento es siempre
conocimiento para alguien, pensado por alguien, en la conciencia de alguien.
Es por eso que no podemos imaginar un conocimiento sin sujeto, sin que sea
percibido por una determinada conciencia. Pero, de la misma manera,
podemos decir que el conocimiento es siempre  conocimiento de algo,  de
alguna cosa, ya se trate de un ente  abstracto-ideal, como un número o una
proposición lógica, de un fenómeno material o aún de la misma conciencia. En
todos los casos, a aquéllo que es conocido se lo denomina  objeto  de
conocimiento.
    La relación que se articula entre ambos términos es dinámica y variable: lo
primero porque no se establece de una vez y para siempre, sino a través de
sucesivas aproximaciones; lo segundo,  porque resulta diferente según la
actitud del sujeto investigador y las características del objeto estudiado.
    En el proceso de conocimiento es  preciso que el sujeto se sitúe frente al
objeto como algo externo a él, colocado fuera de sí, para que pueda
examinarlo. Hasta en el  caso de que quisiéramos analizar nuestras propias
sensaciones y pensamientos deberíamos hacer esa operación, es decir
deberíamos  objetivarnos  BAdesdoblarnos", en un actitud reflexivaB para
poder entonces colocarnos ante nosotros mismos como si fuésemos un objeto
más de conocimiento. La necesidad de objetivar elementos propios del sujeto
para poder conocerlos hace que, desde  luego, resulte más compleja toda
investigación que se desenvuelva dentro  de las ciencias sociales y de la
conducta.

Esta delimitación o separación no es más que el comienzo del proceso pues,
una vez producida, el sujeto debe ir hacia el objeto, acercarse al mismo, para
tratar de captar y asimilar su realidad. Es decir que el sujeto investigador debe
Asalir de sí", abandonar su subjetividad, para poder concretar su propósito de
comprender cómo es el objeto, de aprehenderlo. De otro modo permanecería
encerrado en el límite de sus conceptos previos, de sus anteriores
conocimientos, y no tendría la posibilidad de ir elaborando  un conocimiento
nuevo, más objetivo, que incorpore datos de la realidad externa.
    El acercamiento del investigador hacia su objeto puede considerarse como la
operación fundamental, la esencia misma de la investigación, pues es lo que
lo vincula con la realidad, lo que le da acceso a conocerla. Pero para que el
proceso se complete el investigador debe, finalmente, volver otra vez hacia sí
mismo a fin de elaborar los datos que ha recogido, concibiendo ahora al objeto,
mentalmente, a la luz de su contacto con él.
    Sujeto y objeto quedan así como dos términos que sucesivamente se
oponen y se compenetran, se separan y se acercan, en un movimiento que se
inicia por la voluntad del investigador que desea el conocimiento y que en
realidad continúa repetidamente, porque  el sujeto debe acercarse una y otra
vez hacia lo que está estudiando si se propone adquirir un conocimiento cada
vez más profundo y completo sobre ello.
    Es desde este punto de vista que debemos enfocar entonces el problema de
la objetividad, que esbozábamos  en el capítulo anterior (v.  supra, 1.4). Para
que nuestro conocimiento fuera en realidad objetivo debería suceder que el
sujeto de la investigación se despojara a sí mismo completamente de toda su
carga de valores, deseos e intereses, que se convirtiera en una especie de
espíritu puro, liberado de toda actitud personal o subjetiva. Como el lector
puede comprender fácilmente, esto no es posible. El sujeto de la investigación
es siempre un sujeto humano y no puede dejar de serlo. Se puede llegar, en el
mejor de los casos, a utilizar instrumentos, máquinas y otros dispositivos como
complementos tecnológicos en la investigación; tales instrumentos serán
capaces de recoger datos precisos, de  ordenarlos y de procesarlos. Pero lo
que no serán capaces de efectuar  son las operaciones propiamente
epistemológicas de plantearse un problema, seleccionar el tipo de datos
capaces de resolverlo e interpretar el  valor y el sentido de los mismos. Y es
más, podríamos decir que una cierta dosis de subjetividad no sólo es inevitable
en un trabajo de investigación, sino que es además indispensable. Porque para
plantearse un problema de conocimiento, es decir, para querer saber algo, se
necesita de una voluntad Bde una preocupación por conocer la verdad y
esclarecer la dudaB que no puede ser sino subjetiva.
    Por esta misma razón es que no concebimos la existencia de un
conocimiento lisa y llanamente objetivo  y es que afirmamos que todo el
conocimiento no deja de ser el producto de una cultura, de una época y de
hombres concretos. De allí que  resulte algo pedante afirmar que el
conocimiento científico es objetivo, y  que sea más adecuado  sostener que la

ciencia se preocupa constantemente por ser objetiva, por tratar de llegar a
serlo, sin que se pueda plantear nunca que haya arribado a la total objetividad.
De otro modo estaríamos negando su propio carácter falible, su posibilidad de
cometer errores, pretendiendo tener un conocimiento absoluto, completamente
cierto y válido hasta el fin de los tiempos, con lo cual nos alejaríamos del
pensamiento científico y caeríamos en el dogmatismo.
    Insistimos en lo anterior no sólo porque creemos necesario remarcar el
carácter falible del conocimiento científico sino porque además esto es
necesario para comprender plenamente la naturaleza dinámica y procesal de la
misma actividad cognoscitiva. Este carácter procesal implica evidentemente
que ningún conocimiento puede concebirse como definitivo; pero aquí conviene
advertir sobre otro problema Bopuesto en esencia al anteriorB que es
necesario abordar para no caer en el  extremo contrario, en una posición
completamente escéptica. [Cf. J. Hessen,  Teoría del Conocimiento, Ed.
Losada, Bs. Aires 1975. Cap. I y II.] Porque si bien rechazamos que puedan
hallarse verdades definitivas eso no significa afirmar, por supuesto, que
ninguna de nuestras proposiciones pueda comprobarse o demostrarse. Si
dijésemos que todo es subjetivo, que ningún conocimiento puede obtenerse por
cuanto en todos aparece jugando un cierto papel  la subjetividad y el error,
arribaríamos también a una posición parecida a la del dogmatismo, aunque de
signo inverso. Rechazar de plano todo conocimiento por falaz es lo mismo, en
el fondo, que aferrarse a todo conocimiento obtenido y revestirlo con el atributo
de verdad suprema. Nuestra posición implica entonces recusar ambos términos
extremos, aceptando la falibilidad de toda afirmación, pero sin por eso negar
que a través de conocimientos falibles, limitados, es que precisamente se va
llegando a la verdad, nos vamos aproximando a ella.

El conocimiento científico y sus características

La ciencia es una vasta empresa que ha ocupado y ocupa una gran cantidad de esfuerzos humanos en procura de conocimientos sólidos acerca de la realidad. Tratar de elaborar una definición más precisa sería tarea evidentemente ardua, que escapa a los objetivos de estas páginas. Pero interesa señalar aquí que la ciencia debe ser vista como una de las actividades que el hombre realiza, como un conjunto de acciones encaminadas y dirigidas hacia  determinado fin, que no es otro  que el de obtener un conocimiento verificable sobre los hechos que lo rodean.  [V. Bunge M.,  La Ciencia, su Método y su Filosofía, Ed. Siglo Veinte, Bs. Aires, 1972; N. Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía; Nagel, Ernest, La Estructura de la Ciencia, Ed. Ariel, Barcelona, 1978, y nuestro ya citado  Los Caminos de la Ciencia, entre la mucha bibliografía existente.]

    Como toda actividad humana, la labor de los científicos e investigadores está naturalmente enmarcada por las necesidades y las ideas de su tiempo y de su sociedad. Los valores, las perspectivas culturales y el peso de la tradición juegan un papel sobre toda actividad que se emprenda y, de un modo menos directo pero no por eso menos perceptible, también se expresan en la producción intelectual de una época el tipo de organización que dicha sociedad adopte para la obtención y transmisión de conocimientos y el papel material que se otorgue al científico dentro de su medio.  [V., entre otros, a Bernal, John D.,  Historia Social de la Ciencia, Ed. Península, Barcelona, 1976; Merton, Robert K., La Sociología de la Ciencia, Ed. Alianza, Madrid, 1977; Geymonat, Ludovico,  El Pensa- miento Científico, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1972, y Kuhn, Thomas, La Estructura de las Revoluciones Científicas, Ed. FCE, Madrid, 1981.] Considerando estos factores será preciso definir a la ciencia como una actividad social y no solamente individual, para no correr el riesgo de imaginar al científico como un ente abstracto,  como un ser que no vive en el mundo cotidiano, con lo que perderíamos de vista las inevitables limitaciones históricas que tiene todo conocimiento científico.

    Entrando más de lleno en la determinación de las características principales del pensamiento científico habremos  de puntualizar que éste se ha ido gestando y perfilando históricamente por medio de un proceso que se acelera notablemente a partir de la época del  Renacimiento. La ciencia se va distanciando de lo que algunos autores denominan Aconocimiento vulgar", [Nos referimos a Bunge,  Op. Cit.] otros Aconocimientos práctico" y otros A el mundo del manipular";  [Kosic, Karel,  Dialéctica de lo Concreto, Ed. Grijalbo, México, 1967, pp. 26 a 37, passim.]  se va estableciendo así una gradual diferencia con el lenguaje que se emplea en la vida cotidiana, en la búsqueda de un pensamiento riguroso y ordenado.

    Al igual que la filosofía, la ciencia trata de definir con la mayor precisión posible cada uno de los conceptos que utiliza, desterrando las ambigüedades del lenguaje corriente. Nociones como las de Acrisis económica", Avegetal" o Aestrella", por ejemplo, que se utilizan comúnmente sin mayor rigor, adquieren
en los textos científicos un contenido mucho más preciso. Porque la ciencia no
puede permitirse designar con el mismo nombre a fenómenos que, aunque aparentemente semejantes, son de distinta  naturaleza: si llamamos Acrisis" a toda perturbación que una nación tiene en su economía sin distinguir entre los diversos tipos que se presentan, nos será imposible construir una teoría que pueda describir y explicar lo que son precisamente las crisis: nuestro modo de emplear el lenguaje se convertirá en nuestro principal enemigo. De allí la necesidad de conceptualizar con el mayor rigor posible todos los elementos que componen nuestro razonamiento, pues  ésta es la única vía que permite que el mismo tenga un significado concreto y determinado. De  allí también la aparente oscuridad de algunos trabajos  científicos, que emplean conceptos específicos, claramente delimitados, utilizando palabras que confunden al profano.

    Otras cualidades específicas de la  ciencia, que permiten distinguirla con bastante nitidez del pensar cotidiano y de otras formas de conocimiento:

Objetividad: La palabra objetividad se deriva de objeto, es decir, de aquello que se estudia, de la cosa o problema  sobre la cual deseamos saber algo. [V. Infra, 2.1.]

Objetividad significa,  por lo tanto, que se intenta obtener un conocimiento que concuerde con la realidad del objeto,  que lo describa o explique tal cual es y no como nosotros desearíamos que fuese. Ser objetivo es tratar de encontrar la realidad del objeto o fenómeno estudiado, elaborando proposiciones que reflejen sus cualidades. Lo contrario es la subjetividad, las ideas que nacen del  prejuicio, de la costumbre o de la tradición, las meras opiniones o impresiones del sujeto. Para poder luchar contra la subjetividad es preciso que nuestros conocimientos puedan ser verificados por otros, que cada una de las proposiciones que hacemos sean comprobadas y demostradas en la realidad, sin dar por aceptado nada que no pueda sufrir este proceso de verificación.

    Si una persona sostiene: Hoy hace más calor que ayer" y otra lo niega, no podemos decir, en principio, que ninguna  de las dos afirmaciones sea falsa o verdadera. Probablemente ambas tengan razón en cuanto a que sienten más o menos calor que el día anterior, pero eso no significa que en realidad, objetivamente, la temperatura haya aumentado o  decrecido. Se trata de afirmaciones no científicas, no verificables, y que por eso deben considerarse como subjetivas. Decir, en cambio, ahora la temperatura es de 24 o C", es una afirmación de carácter científico, que puede ser verificada, y que Ben caso de que esto ocurra B podemos considerar como objetiva.

    El problema de la objetividad no es tan simple como podría dar a entender el ejemplo anterior, sacado del mundo físico. En todas nuestras apreciaciones va a existir siempre una carga  de subjetividad, de prejuicios, intereses y hábitos mentales de los que participamos muchas veces sin saberlo. Este problema se agudiza cuando nos referimos a los temas que más directamente nos conciernen, como los de la sociedad, la economía o la política, en todos los cuales puede decirse que estamos involucrados de algún modo, que somos a la vez los investigadores y los objetos investigados. Por eso no debemos decir que la ciencia es objetiva, como si pudiese existir un pensamiento totalmente liberado de subjetividad, sino que la ciencia intenta o pretende ser objetiva, que trata de alcanzar un fin que, en plenitud, en términos absolutos, resulta inaccesible.

Racionalidad: es otra característica de suma importancia para definir la actividad científica, que se refiere al hecho de que la ciencia utiliza la razón como arma esencial para llegar a sus resultados. Los científicos trabajan en lo posible con conceptos, juicios y razonamientos y no con sensaciones, imágenes o impresiones.  Los enunciados que realizan son combinaciones lógicas de esos elementos conceptuales que deben ensamblarse coherentemente, evitando las  contradicciones internas, las ambigüedades y las confusiones que la lógica nos enseña a superar. La racionalidad aleja a la ciencia de la religión, y de todos los sistemas donde aparecen elementos no racionales o donde se apela a principios explicativos extra o sobre-naturales; y la separa también del arte donde cumple un papel secundario, subordinado a los sentimientos y sensaciones.

Sistematicidad: La ciencia es sistemática, organizada en sus búsquedas y en sus resultados. Se preocupa por organizar sus ideas coherentemente y por tratar de incluir todo conocimiento parcial en conjuntos cada vez más amplios. No pasa por alto los datos que pueden ser relevantes para un problema sino que, por el contrario, pretende conjugarlos dentro de teorías y leyes más generales. No acepta unos datos y rechaza otros, sino que trata de incluirlos a todos dentro de modelos en los que puedan tener ordenada cabida. La sistematicidad está  estrechamente ligada a la siguiente característica que examinaremos.

Generalidad: La preocupación científica no es tanto ahondar y completar el conocimiento de un solo objeto individual, como en cambio lograr que cada conocimiento parcial sirva como puente  para alcanzar una comprensión de mayor alcance. Para el investigador, por ejemplo, carece de sentido conocer todos los detalles constitutivos de un determinado trozo de mineral: su interés se encamina preponderantemente a establecer las leyes o normas generales que nos describen el comportamiento de  todos los minerales de un cierto tipo, tratando de elaborar enunciados amplios, aplicables a categorías completas de objetos. De este modo, tratando de llegar a lo general y no deteniéndose exclusivamente en lo  particular, es que las ciencias nos otorgan explicaciones cada vez más valiosas para elaborar una visión panorámica de nuestro mundo.

Falibilidad: la ciencia es uno de los pocos sistemas elaborados por el hombre donde se reconoce explícitamente la propia posibilidad de equivocación, de cometer errores. En esta conciencia de sus limitaciones es donde reside su verdadera capacidad para autocorregirse y superarse, para desprenderse de todas las elaboraciones aceptadas cuando se comprueba su falsedad.  [Se recomienda, para todo este punto, consultar a Mario Bunge,  La investigación Científica, su Estrategia y su Filosofía, Ed. Ariel, Barcelona, 1969, así como a Popper, Karl,  La Lógica de la Investigación Científica, Ed. Tecnos, Madrid, 1980.]

Gracias a ello es que nuestros conocimientos se renuevan constantemente y que vamos hacia un progresivo mejoramiento de las explicaciones que damos a los hechos. Al reconocerse falible todo científico abandona la pretensión de haber alcanzado verdades absolutas y finales, y por el contrario sólo se plantea que sus conclusiones son Aprovisoriamente  definitivas", como decía Einstein, válidas solamente mientras no puedan ser negadas o desmentidas. En consecuencia, toda teoría, ley o afirmación está sujeta, en todo momento, a la revisión y la discusión, lo que permite perfeccionarlas y modificarlas para hacerlas cada vez más objetivas, racionales, sistemáticas y generales.


    Este carácter abierto y dinámico que posee la ciencia la aparta de un modo nítido de los dogmas de cualquier tipo que tienen la pretensión de constituirse en verdad infalible, proporcionándole así una enorme ventaja para explicar hechos que esos dogmas no interpretan o explican adecuadamente, para asimilar nuevos datos o informaciones, para modificarse continuamente. Es, de algún modo, la diferencia crucial que la distingue de otros modelos de pensamiento, sistemáticos  y racionales muchas veces, pero carentes de la posibilidad de superarse a sí mismos.

El conocimiento como proceso

   
 El hombre parece haber estado siempre preocupado por entender y desentrañar el mundo que lo rodea, por penetrar en sus conexiones y en sus leyes, por atisbar hacia el futuro,  descubriendo las relaciones y el posible sentido de las cosas que existen a su alrededor. No podemos aquí discutir por qué ocurre esto, ni resumir tampoco las varias teorías que se han adelantado sobre el tema. Puede resultar útil, al menos, intentar una breve digresión.
 Desde que la especie humana empezó a crear cultura, es decir, a modificar y remodelar el ambiente que la rodeaba para sobrevivir y desarrollarse, fue necesario también que comprendiera la naturaleza y las mutaciones de los objetos que constituían su entorno. Tareas que a nuestros ojos resultan tan simples como edificar una choza, domesticar animales o trabajar la tierra, sólo pudieron ser emprendidas a luz de infinitas y cuidadosas observaciones de todo tipo; el ciclo de los días y las noches, el de las estaciones del año, la
reproducción de animales y vegetales, el estudio del clima y de las tierras y el conocimiento elemental de la geografía fueron, indudablemente, preocupaciones  vitales para nuestros remotos antecesores, por cuanto de esta sabiduría dependía su misma supervivencia.
    El conocer, entonces, surgió indisolublemente ligado a la práctica vital y al trabajo de los hombres como un instrumento insustituible en su relación con un medio ambiente al que procuraban poner a su servicio. Pero, según las más antiguas narraciones que poseemos, el pensamiento de esas lejanas épocas no se circunscribió exclusivamente al  conocimiento instrumental, aplicable directamente al mejoramiento de las condiciones materiales. Junto con éste apareció simultáneamente la inquietud por  comprender el sentido general del cosmos y de la vida. La toma de conciencia del hombre frente a su propia muerte originó además una peculiar angustia frente al propio destino, ante a lo desconocido, lo que no se posible abarcar y entender. De allí surgieron los primeros intentos de elaborar explicaciones globales  de toda la naturaleza y con ello el fundamento, primero de la magia, de las  explicaciones religiosas más tarde, y de los sistemas filosóficos en un período posterior.
    Si nos detenemos a estudiar los mitos de los pueblos ágrafos, los libros sagrados de la antigüedad o las obras de  los primeros filósofos veremos, en todos los casos, que en ellos aparecen conjuntamente, pero sin un orden riguroso, tanto razonamientos lúcidos y profundos como observaciones prácticas y empíricas, sentimientos  y anhelos junto con intuiciones, a veces geniales y otras veces profundamente desacertadas. Todas estas construcciones del intelecto donde se vuelcan la pasión y el sentimiento de quienes las construyeron   pueden verse como parte de un amplio proceso de adquisición de conocimientos que muestra  lo dificultoso que resulta la aproximación a la verdad:  en la historia del pensamiento nunca ha sucedido que alguien haya de pronto alcanzado la verdad  pura y completa sin antes pasar por el error; muy por el contrario, el análisis de  muchos casos nos daría la prueba de que siempre, de algún modo, se obtienen  primero conocimientos falaces, ilusiones e impresiones engañosas, antes de poder ejercer sobre ellos la crítica que luego permite elaborar conocimientos más objetivos  y satisfactorios.
Lo anterior equivale a decir que el conocimiento llega a nosotros como un proceso, no como un acto único donde se pasa de una vez de la ignorancia a la verdad. Y es un proceso no sólo desde el punto de vista histórico que hemos mencionado hasta aquí, sino también  en lo que respecta a cada caso particular, a cada persona que va  acumulando informaciones de todo tipo desde su más temprana niñez, a cada descubrimiento que se hace, a todas las teorías o hipótesis  que se elaboran.
A partir de lo anterior será posible apreciar con más exactitud el propósito de nuestro libro: presentar una visión de conjunto del proceso mediante el cual se obtiene el conocimiento científico, es decir, de un tipo particular de conocimiento que se alcanza, como decíamos ya, por medio de una actividad que denominamos investigación científica.

Como se hace una Tesis Doctoral

Para quienes se inician en la filosofía profesional la redacción de la tesis doctoral es de ordinario el primer empeño de envergadura, al menos en cuanto a extensión, que tienen que afrontar. La obtención del grado de doctor es el requisito necesario para dedicarse a la docencia universitaria, que es la profesión retribuida a la que —con algunas pocas excepciones— suelen dedicarse los filósofos desde la creación de las Universidades en la Edad Media.
Una tesis no es meramente un evento administrativo para lograr una promoción profesional, ni es tampoco un evento exclusivamente científico, de pura investigación. Escribir una tesis tiene sobre todo una finalidad de aprendizaje. El primer fruto de una tesis es el crecimiento de su autor o autora, su aprendizaje al escribirla, al mantener un discurso coherente y bien argumentado a lo largo de trescientas o cuatrocientas páginas. Quien es capaz de escribir una tesis doctoral acredita con ello su habilidad investigadora y su capacidad de comunicar a otros lo descubierto siguiendo las pautas de quienes le han precedido y de quienes trabajan en ese mismo campo de investigación.
Una tesis debe aportar algo original y novedoso, pero su primer mérito ha de radicar en la tarea rigurosa de acopio de lo que otros han dicho sobre la cuestión afrontada, en el examen detenido de sus aciertos y limitaciones. Sólo después de hecha esa tarea imprescindible, puede y debe el autor de la tesis aportar algo nuevo.
Lo realmente decisivo para una tesis es tener una buena pregunta, y después el dedicar el tiempo necesario para adquirir el oficio y el método que permitan iluminar el problema que queremos abordar y permitan ofrecer finalmente una respuesta argumentada y convincente. Para llegar a formular esa pregunta es importante la elección de la persona que dirija nuestra investigación, pero sobre todo es indispensable que la pregunta tenga un enraizamiento efectivo en la biografía personal. Cfr. J. Nubiola, El taller de la filosofía, Eunsa, Pamplona, 1999, 162-163.

1. La elección del tema y del director

1.1. La elección del tema

La elección del tema de investigación constituye uno de los momentos centrales de un proceso de investigación, y no solamente su inicio cronológico. No suele ser conveniente precipitarse en la elección, pero tampoco es recomendable demorarse excesivamente en la etapa de elección de un tema. Muchas veces basta con poseer una idea general que irá perfilándose al trabajar sobre ella y contar con información adicional.
Para delimitar y elegir el tema de investigación deben tenerse en cuenta estos aspectos:
1. Procurar que el tema o problema elegido sea lo más limitado posible. Muchas veces los grandes temas generales no pueden tomarse como temas de investigación y plantear proyectos demasiado amplios puede equivaler a no realizar ninguno. Cuanto más se restringe el campo mejor se trabaja y se va más seguro.
2. Es importante dilucidar si el tema elegido es una cuestión histórica o, por el contrario, un problema que exige un tratamiento sistemático, una tesis teórica. En casos excepcionales puede abordarse una cuestión que exija únicamente especulación o reflexión personal, pero hay que tener en cuenta que ésta exigirá una gran madurez y un profundo estudio que el doctorando no siempre está en condiciones de hacer. Una tesis teórica es una tesis que se propone afrontar un problema abstracto que ha podido ser o no, objeto de otras reflexiones: la voluntad humana, el concepto de libertad... En manos de un estudiante, con una experiencia científica necesariamente limitada, estos temas sólo pueden llegar a resolverse bien si se apoya esa especulación sobre uno o varios autores: la voluntad humana en Kant, el concepto de libertad en...
3. Es muy importante elegir un tema de investigación acorde con la preparación del doctorando y las posibilidades de trabajo. Entre ellas, es necesario destacar la accesibilidad a las fuentes y bibliografía necesarias, la posibilidad de contar con una adecuada dirección en el transcurso de la investigación, el nivel de conocimientos previos que exige el tema elegido, los idiomas necesarios para abordar el estudio con un rigor suficiente y el tiempo disponible. Es importante tener en cuenta este aspecto porque existe, principalmente al comienzo de toda actividad investigadora, un exceso de confianza en nuestras posibilidades reales.
4. La investigación versa sobre un objeto reconocible y definido de tal modo que también sea reconocible por los demás. Definir un objeto significa definir las condiciones bajo las cuales podemos hablar, a partir de unas reglas que el doctorando establecerá (o que otros antes han establecido). Elija el objeto o tema que elija, el doctorando tiene que dejar claros los criterios por los que ha hecho la elección de ese objeto concreto en ese sentido concreto y explicar por qué excluye otros. Los criterios han de ser razonables y el sentido tiene que quedar bien definido.
5. La investigación tiene que decir sobre este objeto cosas que todavía no han sido dichas o bien revisar desde un punto de vista diferente las cosas que ya han sido dichas.
6. El tema elegido debe entrar en nuestra área de intereses teóricos. Nuestro propio interés ayudará a realizar de un modo activo y creador el trabajo de investigación propuesto. Es preciso advertir que un trabajo de investigación requiere varios años de trabajo y pasa siempre por altibajos de interés personal. La falta de interés personal en la investigación es una carencia que acaba apareciendo y puede hacer fracasar el trabajo.
7. La elección del tema de investigación está relacionado con la necesidad de formularlo explícitamente, aun cuando sea de modo provisional. Como paso previo a la formulación del tema de investigación puede ser muy interesante anotar todas las posibles formulaciones del tema elegido, así como las ideas relacionadas. (Para la elaboración de esta sección he seguido la información facilitada por I. Izuzquiza, Guía para el estudio de la filosofía. Referencias y métodos, Anthropos, 1994, Barcelona, 258-260 y U. Eco, Cómo se hace una tesis, Gedisa, Barcelona, 2001, 25-68).

1.2. La elección del director

Para quien se inicia en la vida académica profesional es importante la calidad de su relación —la cohesión efectiva y afectiva— con quien dirija su tesis de doctorado. Esa relación tendrá una influencia decisiva sobre el resultado del trabajo y muchas veces tendrá también importancia para toda la vida, no sólo en el ámbito profesional, sino incluso en el personal.
Este tipo de relaciones han de estar presididas por dos criterios, que impregnan toda la vida académica. Se trata de los criterios de libertad y verdad. El primero radica en el carácter totalmente voluntario por ambas partes de su relación doctoral. Tanto su recíproca aceptación, como la definición del tema o la metodología que vayan a emplear, han de quedar siempre abiertas a ulterior revisión dentro de los plazos que hayan convenido. Quien inicia una tesis ha de sentirse siempre libre para cambiar de director, de Departamento o de Universidad. En este sentido resulta muy práctico tematizar periódicamente —por ejemplo, al comenzar o terminar cada trimestre— el marco efectivo de la relación, los objetivos concretos acordados y el calendario previsto para su ejecución, así como las futuras expectativas profesionales a medio o largo plazo, de forma que ninguna de las dos partes pueda sentirse nunca defraudada o engañada.
Quizá la idea más importante para enfocar bien esa relación es advertir que no se trata de una relación de igual a igual. No es una relación simétrica, sino que se parece más a la filiación que a la amistad. A lo largo de todo el proceso que lleva hasta la finalización de la tesis doctoral debe preservarse esa desigualdad, que por supuesto no excluye ni la total confianza ni la disparidad de criterios o de pareceres en muchas cuestiones. Cuando la diferencia de edad es importante quizá resulta más fácil mantener esa desigualdad y el esfuerzo del doctorando ha de concentrarse más bien en hacerse a la manera de ser de quien le dirige. Cuando no hay tal diferencia de edad, quien hace la tesis quizá deberá poner un poco más de esfuerzo en reconocer a la otra persona como aquella que libremente ha elegido para que le guíe en ese tramo del inicio de su vida profesional.
El segundo criterio, el criterio de verdad y trasparencia, lleva a eliminar toda apariencia de diplomacia en esas relaciones. Por una parte, obliga al director a decir abiertamente siempre todo lo que estime conveniente y a corregir cuantas veces haga falta un mismo defecto. Es de gran importancia que el director exija, pues de la calidad de la tesis pende toda la futura vida académica del doctorando. De otra parte, obliga a su vez al doctorando a advertir lealmente al director de la tesis los errores en que —al menos a su juicio— éste incurra. Para todo ello es necesario acordar un sistema de seguimiento, una conversación periódica debidamente preparada por ambas partes, en la que el doctorando pueda dar noticia con sencillez del trabajo realizado y de sus desfallecimientos o de las dificultades con las que ha tropezado.
Esas entrevistas periódicas constituyen un elemento esencial en la relación doctoral. En muchos casos no sólo se abordarán en ellas las cuestiones estrictamente académicas de la tesis, sino también aquellas otras profesionales y personales de más largo alcance. Por esta razón, en esas conversaciones de asesoramiento el director ha de aspirar a "crear un espacio en que la otra persona no solamente sea libre para hablar sino que además sea capaz de ganar una visión más clara de sí misma" (R. Guardini, Apuntes para una autobiografía, Encuentro, Madrid, 1992, 162).
En muchos casos resulta preferible una "short therapy" —una conversación semanal o quincenal de media hora— a largas conversaciones de varias horas cada dos o tres meses. Ni la confianza puede forzarse, ni deben exagerarse los efectos prácticos de cada conversación.
Nunca se insistirá lo suficiente en el modelo socrático del asesoramiento, al menos en filosofía: lo más importante no son las soluciones, los contenidos, las respuestas concretas, sino más bien el método, las preguntas, los procedimientos, la dimensión vital del filosofar. El asesor o director del trabajo de investigación no ha de pretender imponer sus puntos de vista, sino como la comadrona socrática aspira solamente a ayudar a que la persona asesorada dé a luz —no de ordinario sin penoso esfuerzo— a su propio pensamiento. A través de las sucesivas conversaciones el doctorando irá aprendiendo a cómo dialogar, e irá progresando en la identificación de los hábitos intelectuales que ha de ganar y en la comprensión de su área de investigación. La finalidad de estas entrevistas es también la de asegurar el ritmo de trabajo de la tesis, el no atascarse en pozos sin fondo. Para cada entrevista habrá que entregar las quince o veinte páginas que hayamos conseguido escribir en ese espacio de tiempo. Será útil imprimir el texto en papel sucio, pero leído y corregido manualmente después de haberlo impreso. Antes de concluir cada entrevista convendrá, si es posible, concretar el día y la hora en que tendrá lugar la siguiente y, en su caso, el trabajo escrito que habrá de entregar en ese plazo el doctorando.
Para el feliz desarrollo del trabajo cooperativo que es una tesis doctoral hace falta una cierta empatía entre quien escribe su tesis y quien la dirige, unas "buenas vibraciones" que sin necesidad de palabras crecen en el marco de ese diálogo enriquecedor (Cfr. J. Nubiola, El taller de la filosofía, Eunsa, Pamplona, 1999, 196-204).

2. Primeros pasos

Desde el principio, quien comienza una tesis ha de tener clara la forma final que va a tener el producto que está escribiendo, el volumen encuadernado que leerá el tribunal y el libro que ha de ver la luz pocos meses después en una colección especializada de monografías.
Adoptar este punto de vista lleva desde un principio a precisar cuántas páginas va a tener la tesis que se comienza a escribir, y por tanto cuántas páginas se asignan a cada capítulo, y el número de palabras que van a tener las páginas por término medio. Esta sencilla formulación plantea con claridad las decisiones más importantes respecto de la tesis que vamos a acometer. La primera es la de la extensión total de la tesis en número de páginas y de palabras. Aunque pueda parecer dogmático, una tesis doctoral no debe tener más de cuatrocientas o quinientas páginas, y por tanto no debe sobrepasar las ciento veinte mil o cuando más las ciento cincuenta mil palabras. Todo lo que supere esa cantidad es exceso y se pagará caro a la hora de publicarla y a la hora de encontrar lectores. En el Departamento de Filosofía de la Universidad de Harvard no se aceptan tesis de más de setenta y cinco mil palabras. La tradición española, quizás en parte por influencia de la tesis de habilitación francesa que es algo bien distinto, ha llevado a un crecimiento desmesurado de las tesis en las últimas décadas. Cuando a veces uno se tropieza con tesis doctorales de setecientas páginas o más, de varios volúmenes, que nunca llegarán a la imprenta a causa de su tamaño descomunal, siempre lamenta que nadie hubiera dado a esas personas que tanto esfuerzo han invertido en esa tarea unos límites tan claros como los que aquí se indican.
Precisar el número total de páginas y de palabras lleva como consecuencia a definir con la misma precisión el número de capítulos y la extensión de cada uno de ellos y el concreto formato de página que se va a emplear. El caballo de carreras necesita de riendas y estribos que, aunque parecen limitar su creatividad, hacen posible que gane la carrera. Esto mismo son las limitaciones de extensión —además de las del tiempo que disponemos para la investigación— que llevan a encorsetar un tema, o mejor, a ajustarlo a las prácticas comunicativas aceptables en nuestra comunidad universitaria contemporánea. Interés particular tiene el elegir desde un principio el formato final que tendrá la tesis, esto es, precisar desde un principio y escribir ya desde el primer borrador en el formato (caja, interlineado, cabecera y notas a pie de página, tipo de letra en el cuerpo y en las notas, etc.) que será el definitivo. Eso permite que el autor y el director de la investigación tengan desde el principio ante sus ojos el borrador de la tesis con la misma apariencia que tendrá en su momento el texto definitivo ante el tribunal. Esto ahorra muchos disgustos y muchas sorpresas de última hora. Los avances en los programas informáticos de procesamiento de textos facilitan también mucho todo este trabajo a quien se tome la molestia de enterarse un poco.
Diseñar un proyecto de investigación doctoral no es tarea sencilla. De ordinario hace falta la intervención decisiva del director para eliminar capítulos, podar avenidas secundarias, de forma que el trabajo esté bien centrado en torno a un tema y tenga al mismo tiempo todos los elementos relevantes y, si es posible, sólo los elementos relevantes, y estos trabados de un modo coherente y persuasivo. Durante el desarrollo de la investigación, será preciso ir evaluando periódicamente el proyecto inicialmente diseñado para irlo ajustanto con una cierta flexibilidad a los resultados mismos de la investigación, o a otras circunstancias profesionales o ambientales que pueden, a fin de cuentas, resultar decisivas para la obtención del puesto profesional al que se aspira (S. M. Lanyon, "How to Design a Dissertation Project", Bioscience 45, 1995, 42). En muchos casos, conforme se avanza en la comprensión de un problema y de su complejidad se descubre con claridad que algunas secciones de la tesis que inicialmente parecían necesarias, resultan ahora claramente superfluas. No hay que tener reparo en eliminarlas, aunque hayamos invertido muchas horas en ellas. Servirán más adelante para artículos especializados o para otros trabajos.
En este proceso de definición de un proyecto doctoral resulta decisivo —siguiendo el consejo de Watson (Cfr. R. A. Watson, Writing Philosophy. A Guide to Professional Writing and Publishing, Southern Illinois University Press, Carbondale, IL, 1992, 18-19)— que el estudiante escriba antes de nada la introducción de su tesis, todas las veces que haga falta hasta que se aclaren tanto él como su director y se pongan de acuerdo acerca de la tesis concreta que quiere escribir (Cfr. J. Nubiola, El taller de la filosofía, Eunsa, Pamplona, 1999, 164-167).

2.1. La introducción de la tesis

Empezar escribiendo la introducción —que una vez terminada la tesis cambiará por supuesto sustancialmente— facilita mucho el meterse en el problema de la tesis. Si uno no está seguro sobre la organización de los capítulos y su contenido, el escribir la introducción le ayudará mucho a aclararse. Una buena introducción tendrá de ordinario entre tres y ocho folios y abordará por este orden aproximado los siguientes puntos:
1. Enunciado del objetivo del trabajo y breve descripción del status questionis.
2. Conexión biográfica (por qué interesa al autor) e interés objetivo del tema.
3. Metodología empleada y lógica interna de la investigación.
4. Descripción de su articulación en capítulos, del contenido de cada uno de ellos y de la conclusión central alcanzada ("la tesis de la tesis").
5. Agradecimientos, cuya redacción puede dejarse para cuando se termine efectivamente la tesis.
Una de las razones para comenzar la tesis escribiendo la introducción es que uno puede descubrir entonces que no tiene realmente un proyecto de investigación y eso es importante descubrirlo cuanto antes (Cfr. R. A. Watson, Writing Philosophy. A Guide to Professional Writing and Publishing, Southern Illinois University Press, Carbondale, IL, 1992, 18-19).
Además de esta definición objetiva, esto es, del objeto de la investigación, hace falta en esos primeros momentos acordar con el director del trabajo una planificación temporal, un calendario de trabajo en fases, distribuida en meses y años, en el que se tengan en cuenta los espacios de tiempo dedicados a los cursos de doctorado, las tareas de colaboración en la docencia que en su caso puedan asignarle, las estancias en otras Universidades o centros de investigación que parezca razonable, en resumen, el tiempo que puede y debe dedicar al trabajo de investigación doctoral para que este culmine en un tiempo razonable en la defensa de la tesis ante el tribunal y en su publicación. En este sentido, lo razonable es que una persona que inicia el doctorado en filosofía con una dedicación completa a esa tarea termine en dos años los cursos de doctorado en los que haya llevado a cabo la investigación básica que su proyecto requiera y dedique otros dos años a escribir y completar la tesis. Habrá casos excepcionales en un sentido o en otro, pero si se ha definido bien el proyecto, se han establecido los límites de extensión de cada capítulo tal como más arriba se recomienda y se ha previsto un sistema de revisión periódica semanal o quincenal del trabajo realizado, la mayor parte de los doctorandos alcanzarán sin nerviosismos ni tensiones ese objetivo.
Un estudiante de doctorado ha de estar entusiasmado y orgulloso de su proyecto de investigación doctoral. Si en algún caso no fuera así es preciso trabajar el proyecto mucho más a fondo hasta que el investigador se persuada de su decisiva importancia para la historia de la humanidad. Si no lo consigue, es mejor cambiar de tema o dejarlo estar. Como describe magistralmente Umberto Eco, al menos uno ha de estar orgulloso de ser la persona que más sabe en toda la historia de la humanidad hasta el momento sobre ese asunto bien concreto que a uno le ocupa (Cfr. U. Eco, Cómo se hace una tesis, Gedisa, Barcelona, 2001, 219-220). ( Cfr. J. Nubiola, El taller de la filosofía, Eunsa, Pamplona, 1999, 167-169).

2.2. La búsqueda del material: las fuentes

"Las fuentes son los documentos que aportan información para el estudio de una materia. Pueden ser muy variadas; por ejemplo las actas de un congreso o de una institución oficial, manuscritos, obras originales, publicaciones periódicas, libros, folletos, informes científicos, y técnicos y otras. Pueden ser de primera o de segunda mano. (...) Son fuentes primarias [primera mano] las totalmente originales; suelen considerarse originales documentos como los libros, las publicaciones periódicas, los informes científicos y técnicos, los programas de investigación, las actas de congresos, y otros semejantes, siempre que contengan información de primera mano. Este concepto es, con todo, algo complejo; por ejemplo, una autobiografía puede ser una fuente de primera mano, pero no lo será una biografía escrita por una persona que ni siquiera haya convivido con el autor ni coetánea ni coterráneamente. Las fuentes de primera mano de una biografía serán precisamente las fuentes de primera mano (los documentos, cartas, publicaciones periódicas y otros) que el autor de la biografía haya manejado. En relación con una obra traducida, es de primera mano la obra original en el idioma extranjero; la traducción es una fuente de segunda mano: nada ni nadie nos garantiza, a priori, que el traductor no traiciona el pensamiento del autor. Las obras de recopilación de documentos son asimismo fuentes de segunda mano; son de primera mano los documentos mismos, ya que en la reproducción pueden haberse cometido errores. Suelen considerarse fuentes de segunda mano los boletines de resúmenes, las bibliografías y en general las obras de referencia como los diccionarios y las enciclopedias, repertorios, directorios, anuarios. Son documentos que se pueden manejar en la investigación y en la escritura del trabajo, pero, siempre que se pueda presentar duda en relación con un dato, se debe hacer el esfuerzo de acceder a las fuentes de primera mano.
El autor de un trabajo de investigación está obligado a trabajar con fuentes de primera mano, para lo cual muchas veces deberá invertir muchas horas en investigar dónde se hallan estas y en tratar de verlas y valorarlas por sí mismo. Sin embargo, alguna vez será ciertamente difícil acceder a la fuente de primera mano, y en ese caso será lícito que el autor recurra a fuentes de segunda mano, a fuentes derivadas. Por ejemplo, si hacemos una cita de un texto de un autor, la fuente original es en principio, la propia obra, que es de donde debe tomarse ese texto que necesitamos citar. Suponiendo que el acceso a esa obra es imposible o muy difícil, se puede citar a través de una cita hecha anteriormente por otro autor. La mención de la fuente debe hacer constar al autor de la obra, pero también al citador intermedio, que es la fuente de segunda mano que hemos utilizado. En los casos de documentos desaparecidos o de los que solo existe un ejemplar difícil de ver, algunos autores de reconocido prestigio que los reproduzcan pueden convertirse, en la práctica, en fuentes de primera mano para aquel tema concreto" (J. Martínez de Sousa, Manual de estilo de la lengua española, Trea, Gijón, 2000, 55-56).

2.3. La investigación exploratoria

Ya hemos visto cómo nuestra investigación ha de contar con unas fuentes en las que apoyaremos nuestra tesis. Ahora la cuestión es qué proceso debemos seguir en la investigación de esas fuentes. El camino lógico para aprender sobre un nuevo tema es comenzar con la información general y continuar hacia la específica. El primer paso nos lo ofrecen las enciclopedias, diccionarios o textos base. En ellas aprenderemos a interpretar el vocabulario relacionado con nuestro tema, a descubrir la historia del problema y a encontrar las primeras claves o hilos por los que deberemos continuar nuestra investigación. El segundo paso lo encontraremos en las bases de datos, los archivos, los catálogos, los repertorios bibliográficos y las monografías. En tercer lugar llegaremos a los artículos de revistas de investigación y por último, si hay oportunidad realizaremos una investigación a través de conversaciones, cartas. Después tendremos ya nuestras propias notas o intuiciones y conclusiones.
¿Cómo se hace una búsqueda preliminar en una biblioteca? El catálogo de la biblioteca ofrece algunas facilidades para buscar aquello cuya existencia todavía se ignora. La primera es, naturalmente, la búsqueda por materias y por autores. Es preciso estudiar el funcionamiento de la biblioteca y del catálogo para hacer una búsqueda eficiente. Habrá que tener en cuenta si la biblioteca tiene dos catálogos, uno antiguo (con los libros adquiridos hasta una determinada fecha) y otro nuevo; así como la elección de las palabras que utilizamos en la búsqueda. Esto puede ser de especial relevancia en la búsqueda por autores. Por ejemplo, si buscamos la bibliografía de un autor como Eugenio d'Ors, para estar seguros del resultado tendremos que buscar siempre con el término "Ors" y con "d'Ors". No es nunca una pérdida dedicar un poco de tiempo a aprender el programa informático de búsquedas. En caso de duda siempre se puede pedir ayuda al bibliotecario.

3. Organización de los materiales

Cómo y dónde guardar o almacenar los documentos, fotocopias, archivos... que va generando nuestra investigación es una cuestión determinante en la elaboración de un artículo o monografía y más aún en la elaboración de una tesis doctoral. En este apartado se proponen algunas sugerencias útiles tanto para la organización de los materiales en nuestro ordenador, como en el lugar de trabajo.

3.1. Cómo organizar la información en el ordenador

Para la elaboración de una tesis o de un trabajo de cierta extensión es recomendable el uso de un documento distinto para cada una de las secciones. Es decir, un documento para la portada, otro para la tabla de abreviaturas, otro para la introducción y así sucesivamente. El trabajo con documentos separados permite "movernos" con más rapidez y comodidad. De lo contrario, escribir el último capítulo o las conclusiones "arrastrando" las 400 páginas anteriores, puede convertirse en una tarea lenta y llena de riesgos. Gracias a las posibilidades de los procesadores de textos no hay ningún problema para repaginar en el último momento cada documento permitiendo así una paginación continua. Otra de las ventajas de la redacción en documentos separados es la numeración de las notas. Con documentos separadados conseguimos que cada capítulo o sección del trabajo empiece por la nota número uno, evitando así encontrarnos en el final del último capítulo con una nota, por ejemplo, número 1357. Esta elección permite también poner diferentes encabezados a la página par e impar de cada sección. (En la página par escribiremos el título de la tesis doctoral o trabajo y en el de la página impar escribiremos el de la sección o capítulo en el que nos encontramos).
Es indispensable, cuando se trabaja con el ordenador, ser muy precavido con la seguridad. No sólo con los posibles virus, sino también con la posibilidad de que nos roben el ordenador, nos encontremos en medio de una catástrofe natural o tengamos un accidente y se rompa el ordenador. Para evitar estos problemas es imprescindible hacer copias de seguridad diarias en discos. Si a la hora de imprimir nuestro trabajo no disponemos de una conexión directa desde nuestro ordenador a la impresora y tenemos que grabar el documento en un disco e imprimirlo desde otro ordenador, utilizaremos siempre un disco preparado para esa función —disco de transporte—, sin confundirlo nunca con el disco que nos sirvió para hacer la copia de seguridad.
Es necesario emplear siempre máquinas, discos, etc., de calidad y en buen estado, es decir, que no sean viejos. En segundo lugar, hay que tener siempre al menos una copia de seguridad de todo lo que uno ha escrito y almacenarla en un lugar distinto, es decir, otro edificio, al de aquel donde tengamos nuestro ordenador. No sólo hay que pensar en terremotos e incendios, sino también en sucesos de menor envergadura, pero de consecuencias igualmente catastróficas para nuestro trabajo como pudieran ser un escape de agua o el robo del ordenador. Para mí la mejor experiencia ha sido, por una parte, la de copiar todo el contenido de mi ordenador personal una vez al mes, y por otra al finalizar cada jornada de trabajo de investigación, imprimir en papel el texto escrito en ese día y copiar en un disco, el trabajo realizado en ese día. Al guardar el trabajo del día en ese disco de transporte no reemplazo el documento más antiguo por el nuevo, sino que deposito el viejo en la papelera. Hay personas que vacían la papelera de su pantalla cada diez minutos. Es un error, es pasar por alto la valiosa experiencia de cuántas veces en nuestra vida hemos tenido que recuperar de la papelera, o incluso del cubo de basura, documentos que hemos tirado inadvertidamente o sin caer en la cuenta de que luego los podíamos volver a necesitar. (Cfr. J. Nubiola, El taller de la filosofía, Eunsa, Pamplona, 1999, 122-123).

3.2. Cómo organizar la información en la mesa o el lugar de trabajo

"En la vida real de quien se dedica a escribir la ordenación en el espacio es casi tan importante o más que la ordenación en el tiempo. La idea más importante al respecto es descubrir que la finalidad de la ordenación es el completar la memoria: "El orden es el que alivia a la memoria" (Diderot, Oeuvres Complètes, Hermann, Paris, 1995, VII, 29). Una manera muy gráfica de comprender la importancia del orden es asomarse al modelo de ordenación que suele emplearse en una cocina, con su office y su despensa: una ama de casa —¡o un cocinero!— sabe perfectamente dónde tiene todo, aunque no estudie nunca su cocina ni lleve un fichero de los alimentos que guarda en su despensa, pero sí tiene algunos libros o colecciones de recetas, y lleva la contabilidad por pequeña que sea; todos los días limpia un poco, pero de cuando en cuando dedica un tiempo a la limpieza y a la ordenación a fondo. Lo mismo ocurre en el taller del escritor. O incluso extendiendo —al estilo de Wittgenstein— la comparación cada cocina es distinta, pero todas tienen un aire parecido, depende del tamaño de la familia, de sus gustos, o de que se trate de un hotel o de un hospital; incluso las cocinas se parecen mucho en Occidente entre un país y otro, aunque siempre haya características locales como los alimentos y condimentos típicos del país. Hay cosas de empleo diario y otras cosas que se emplean una vez al año, o muy de tarde en tarde. La analogía da mucho de sí, pero el propósito principal es el de persuadir de que para ordenar el lugar del trabajo es imprescindible huir de la complicación. Nadie diría que la cocina de su casa es complicada, pues hasta somos capaces de encontrar a ciegas lo que buscamos, pero a nadie se le oculta que una cocina entraña cierta complejidad para quien se asoma por primera vez y que por supuesto con una cocina desordenada y sucia no se puede vivir. Lo mismo ocurre con el taller de la escritura (J. Nubiola,El taller de la filosofía, Eunsa, Pamplona, 1999, 170-171).
Las carpetas colgantes: para ordenar los materiales tales como fotocopias, apuntes, notas... que recopilamos a lo largo de la investigación recomiendo el uso de archivadores con carpetas colgantes. La recomendación de las carpetas colgantes tiene su razón en una cuestión física. Amontonar los papeles unos sobre otros supone una dificultad de acceso a los papeles que se encuentran en la base del montón. Es imprescindible un orden para los documentos, pero del mismo modo que es imprescindible poder disponer de ellos en poco tiempo y con poco esfuerzo. Es muy útil en el comienzo de la investigación guardar las fotocopias o documentos en carpetas que se correspondan con los distintos capítulos. A medida que se va concretando la investigación dividiremos el material de esa carpeta en las distintas unidades temáticas de las que traten cada una de las partes de cada capítulo (y así sucesivamente).
Las carpetas de anillas: otra de las formas para organizar los materiales recogidos, que no corresponden exactamente a ninguno de los capítulos y que son más bien documentos básicos con información general, es en una carpeta de anillas con separadores con las letras del abecedario. En ella se van archivando, de acuerdo con la letra adecuada, las fotocopias sobre personajes, definiciones, mapas, direcciones... que vayamos acumulando. Es importante acertar con la letra en la que se ordenan los documentos. Aquí la regla es la misma que en las carpetas colgantes, el orden debe estar acompañado de la facilidad para encontrar y acceder a lo que buscamos. Es imprescindible en la recolección de materiales, fundamentalmente cuando se trata de fotocopias de artículos, pasajes de algún libro... escribir en el mismo momento en que se hace la copia, la referencia completa del documento (autor, título, editorial, ciudad, año y página). Entra dentro de lo posible que en el momento de necesitar la referencia, el libro consultado y fotocopiado se haya perdido, no esté disponible, o sin más, perdamos una tarde intentando encontrar el párrafo fotocopiado dos años antes. Tomando la referencia completa en el momento evitamos estas pérdidas de tiempo.
Frente a la manera tradicional en que se recogían párrafos, ideas y pasajes que luego podían citarse en las tesis doctorales, me refiero a las fichas, recomiendo las fotocopias. La facilidad con la que hoy día puede accederse a las fotocopiadoras evita el trabajo de copiar lo que nos interesa y el riesgo de caer en el plagio o parafrasear al autor del que hemos tomado la idea. La fotocopia evita este tipo de riesgos en el momento de ser utilizada. Una ficha escrita por nosotros, con el tiempo, podría resultarnos dudosa en este aspecto: transcurridos unos meses o años podemos no estar seguros de si la ficha copiada a mano responde a una cita literal o más bien a una idea parafraseada. En este punto, la técnica sustituye de manera muy útil al trabajo manual. Este sistema de fotocopias sustituye también, de acuerdo a mi experiencia, el uso de bases de datos en el ordenador. En mi opinión los documentos recogidos tienen que estar a la vista, disponibles en papel para poder ser manejados. Es cierto que las bases de datos informatizadas también pueden imprimirse, pero esto no hace más que duplicar el trabajo que lleva hacer una fotocopia. Además es muy posible que en algunos casos no nos interese un solo párrafo o una sola línea, sino una argumentación de uno o varios folios. En estos casos, la diferencia entre fotocopiar y copiar a mano o en el ordenador se hace evidente por sí sola.
La libreta de notas: otro de los instrumentos útiles para el investigador es una libreta de notas. Una libreta manejable que acompañará siempre al investigador. Con ella se hace algo así como un diario de investigador en el que puede escribirse desde nuestra primera reacción a una conferencia, una película o a la lectura de una novela hasta las anotaciones tras un viaje o una entrevista. Incluso recomiendo escribir aquellas palabras, ideas o frases que no se quieren olvidar, y que una vez pensadas y desarrolladas se ordenarán en las carpetas colgantes o en la carpeta de anillas, e incluso serán utilizadas en la redacción del trabajo.

4. Comenzar a escribir

Lo importante es no dejarse intimidar por la perspectiva de escribir cuatrocientas páginas y seguir el consejo de Descartes para resolver los problemas: desmenuzarlos en partes y proceder en consecuencia. Una vez definida el área de investigación, el director de tesis y el problema que queremos afrontar hay que elegir un buen título provisional, si hace falta con un subtítulo que especifique el punto de vista o el autor sobre el que versa principalmente el trabajo, y enseguida ponerse a trocear la tesis en partes, esto es, a pergeñar el índice de la tesis.
¿Hace falta estar mucho tiempo investigando para ponerse a escribir? Pues depende. Yo comencé a escribir mi tesis desde el primer día así me fui aclarando yo, y así suelo recomendar hacerlo. Se trata de acompasar la lectura de los textos de otros, la investigación, con la escritura del texto propio que confiere sentido a esas lecturas" (Cfr. J. Nubiola, El taller de la filosofía, Eunsa, Pamplona, 1999, 166 y 176).

4.1. La estructura de una tesis

Una tesis doctoral tendrá habitualmente la siguiente estructura: la portada con el nombre de la universidad, facultad o escuela y departamento en el que se ha realizado la investigación, el título y el subtítulo si lo tiene, el nombre del autor, el nombre del director de la tesis (Tesis dirigida por el Prof. Dr. ...) y la ciudad y fecha de la edición; un índice general del contenido, una tabla de abreviaturas; una introducción; el texto: tres partes, entre cuatro y seis capítulos, las conclusiones; la bibliografía y en algunos casos un apéndice documental. Cada una de estas partes serán consideradas las secciones de una tesis.
El índice general: En el índice deben figurar todas las partes de una tesis, los capítulos, subcapítulos o apartados, conclusiones y bibliografía... con la misma numeración, las mismas páginas y las mismas palabras. Esto que parece una perogrullada es bien importante. Antes de entregar la tesis para la encuadernación habrá que prestar una atención especial a estos detalles. No es extraño que en el transcurso de la investigación hayamos modificado alguna de las secciones o cambiado alguno de los títulos. Ni que decir tiene que la numeración de las páginas en el índice habrá que dejarla para el último momento, cuando ya no se tenga que escribir una palabra más. El índice se coloca después de la portada. Es lo primero que el lector debe encontrar, pues su función es servir de guía para localizar con rapidez cada parte. La organización del índice debe reflejar la del texto incluso en sentido espacial. Es decir, deben utilizarse márgenes distintos para cada división. El aspecto de un índice, la proporción que guardan las partes y capítulos da también una pista de la proporción y armonía que guardan las partes de la tesis entre sí y la tesis misma.
La tabla de abreviaturas: en la tabla de abreviaturas se ordenan las abreviaturas utilizadas en la tesis, generalmente se referirán a títulos de libros, revistas, archivos documentales o fuentes utilizadas con frecuencia. (No es necesario incluir en esta tabla las abreviaturas como cfr., s.a., etc.). Para la elaboración de la tabla de abreviaturas pueden tenerse en cuenta estos consejos: En primer lugar, utilizar sólo las necesarias. En segundo lugar, utilizar las formas abreviadas que ya se utilizan en la comunidad de investigación a la que pertenecemos. Es decir, seguir en la medida de lo posible las abreviaturas que han utilizado los que han escrito sobre ese tema o autor antes que nosotros, y en el caso de que haya que inventar alguna, seguir los criterios utilizados en las otras (no se abrevian los artículos y preposiciones de los títulos). Tercero, la tabla de abreviaturas se ordena por el orden alfabético de las abreviaturas. Y por último, definir las abreviaturas desde el principio. Si sabemos ya cómo abreviaremos los títulos más citados podremos ir redactando la tesis en lo que hemos llamado texto final.
Las conclusiones: Las conclusiones de una tesis pueden hacerse de muchas maneras. En este curso se recomienda que consistan en un resumen y síntesis de las conclusiones alcanzadas en cada capítulo y en una valoración de éstas de acuerdo con el status questionis del tema. Se trata de una recapitulación final en la que no deben aportarse nuevas ideas o nueva materia.
La bibliografía: La bibliografía consiste en el listado de las obras consultadas y expresamente citadas a lo largo de la tesis. Antes del listado se puede indicar una breve descripción de los criterios utlizados para componerla, como es por ejemplo, la distinción entre obras del autor (bibliografía primaria) y obras sobre el autor (bibliografía secundaria). En el listado bibliográfico, el doctorando muestra la familiaridad y el conocimiento que tiene del tema investigado.
La bibliografía se ordena por orden alfábetico de los apellidos. Los títulos nobiliarios como "von", "de" no forman parte del apellido, mientras que sí pueden hacerlo las "d" con apóstrofe como puede ser el caso de d'Ors. En cualquier caso, hay que adoptar un criterio y utlizarlo en toda la lista. En el caso de los autores antiguos será suficiente ordenarlos por el nombre con el que se reconocen: Platón, por ejemplo. Es necesario decidir también si pondremos uno o dos apellidos en el autor, así como si pondremos la incial de su nombre de pila o el nombre completo. Recomiendo el uso de un sólo apellido, menos cuando se trata de apellidos que puedan llevar a confusión como Fernández en castellano o James en inglés; y escribir sólo la inicial del nombre. En ocasiones no resulta fácil encontrar el nombre del autor. Si se han citado varias obras de un mismo autor se ordenarán de menos a más recientes (de acuerdo con el año de publicación). No es necesario escribir de nuevo el apellido y el nombre cuando se citan varias obras, bastará con ponerlo en la primera referencia y luego un guión largo. Cuando la obra que queremos ordenar está escrita por varios autores es suficiente ponerla una vez, en el lugar que le corresponde al primero de los autores.
Para escribir la tesis desde el principio con el texto final es preciso, además de procurar escribir con todos los detalles (las notas a pie de página y sus referencias completas...), definir la presentación de la tesis (el aspecto de cada página), el sistema de citas o referencias que vamos a utilizar para citar las fuentes consultadas y algunos otros criterios como el uso de los números romanos o la utilización de mayúsculas para algunos términos... Una vez definidos todos estos parámetros los utilizaremos a lo largo del tiempo que ocupe nuestra investigación y redacción de la tesis como el modelo que consultaremos y seguiremos siempre en el día a día. Es un buen comienzo dedicar una o dos semanas a pensar en estos aspectos, antes de ponernos a escribir la tesis, redactar un documento e imprimirlo y tenerlo siempre a mano. Este documento será como el mapa de carreteras o de caminos que lleva siempre el que ha de emprender un largo viaje y no está seguro de por dónde habrá de dirigirse. En los apartados siguientes se propone un modelo posible para definir todos estos criterios.

4.2. El formato

Para definir la presentación final o el aspecto de las páginas que tendrá nuestra tesis tenemos que definir lo que en el procesador de textos de un ordenador se llama el formato. El objetivo de este apartado es orientar acerca de las medidas que ha de tener la caja del texto, el espaciado entre párrafos, el interlineado, la fuente y el tamaño de la letra, etc.
Un modelo posible con el programa Microsoft Word:
Para configurar los márgenes de la caja en el menú Archivo se selecciona la opción Configurar página y se escriben las siguientes medidas:
En la pestaña Márgenes:
Superior: 6 cm
Inferior: 6 cm
Interior: 4,5 cm
Exterior: 4,5 cm
Encuadernación: 0 cm
Desde el borde
Encabezado: 5 cm
Pie de página: 1 cm 
Aplicar a: Todo el documento 
Señalar con un aspa el cuadro de Márgenes simétricos.
En la pestaña Tamaño de papel: asegurarse de que esté la medida de A4.
En la pestaña Diseño de página:
Seleccionar en Empezar sección: Página impar
Señalar con un aspa en el recuadro de Encabezados y pies de página:
Pares e impares diferentes
Primera página diferente
Seleccionar en Alineación vertical: Superior
Seleccionar en Aplicar a: Todo el documento 
Hacer clic en Aceptar.
Para configurar los párrafos y la fuente en el menú Formato seleccionar 
En la opción Fuente:
Times New Roman
Tamaño: 12
Hacer clic en Aceptar. 
En la opcción Párrafo:
En la pestaña Sangría y espacio:
Seleccionar Alineación: Justificada
Nivel del esquema: Texto independiente 
Escribir estas medidas en Sangría:
Izquierda: 0 cm
Derecha: 0 cm
Especial: Primera línea
En: 1 cm 
Escribir estas medidas en Espaciado:
Anterior: 6 pto
Posterior 6 pto
Seleccionar Interlineado: Exacto
En: 14 pto
Hacer clic en Aceptar. 
En la pestaña Líneas y saltos de página:
Señalar con un aspa el recuadro de Control de viudas y huérfanas.
Hacer clic en Aceptar.
Las notas a pie de página tienen las mismas medidas excepto en: 
El menú Formato en la opción Fuente, el tamaño de la fuente será: 10 
y en la opción Párrafo:
Sangría:
Izquierda: 0 cm
Derecha: 0 cm
Especial: Ninguna
Y en Espaciado:
Anterior: 0 pto
Posterior: 5 pto
Interlineado: sencillo
El texto indentado (o cita en bloque) tendrá estas medidas: 
El menú Formato en la opción Fuente, el tamaño de la fuente será: 11
y en la opción Párrafo:
Sangría:
Izquierda: 1 cm
Derecha: 0 cm
Especial: Ninguna

El tamaño de la fuente de los encabezados es 10. En el encabezado de la página par se escribirá primero el número de página, un espacio de tabulador y después el título de la tesis; y en el de la página impar, primero el título del capítulo, un espacio de tabulador y después el número de página. Los números de página hay que ponerlos con la función automática.
Además de estas medidas para el formato, en el aspecto final de la tesis influyen otras cuestiones:
El texto de una tesis se divide en partes, capítulos, párrafos y apartados (subapartados) numerados mediante el sistema de numeración decimal (1, 1.1., 1.1.1., 1.2.1. y así sucesivamente). Para cada uno de estos textos hay que definir un estilo. Los estilos: Es imprescindible crear un estilo nuevo para cada uno de los tipos de escritura que hay en una tesis. Me refiero al estilo del texto normal, el estilo para las citas en bloque, el estilo de los títulos de los capítulos y sus partes y el estilo de las notas a pie de página. Para aprender a utilizar los estilos puede leerse la información que aparece en el menú ayuda del procesador de textos. La ventaja que tiene la utilización de los estilos es que si fuera necesario hacer algún cambio en el formato de la tesis, puede hacerse automáticamente modificando el estilo, sin necesidad de ir párrafo a párrafo.
Los títulos de las partes suelen ocupar una página independiente, impar (blanca la par posterior) y el capítulo que la inicia comienza siempre en página impar con su blanco de cortesía de arranque de capítulo. Se llama blanco de cortesía de arranque al espacio de página en blanco que se deja en el arranque o comienzo de las secciones.
Los títulos y subtítulos entre párrafos deben estar precedidos por un doble salto de párrafo. Nunca debe terminar una página con una línea que sea un título o subtítulo.
Utilizando estos criterios y teniendo en cuenta que una Tesis Doctoral tiene entre 400 y 500 páginas y entre 120.000 y 150.000 palabras, una distribución orientativa sobre el tamaño de cada una de las secciones puede ser: 
Índice: 420 palabras
Tabla de abreviaturas: 353 palabras
Introducción: 2.635 palabras
Si tiene seis capítulos: una media de 20.000 palabras por capítulo
Conclusiones: 4.168 palabras
Bibliografía: 7.247 palabras
Esto significa una media de 282 palabras por página en una tesis de 472 páginas.

4.3. Sistemas de referencias

Este apartado no pretende ser exhaustivo, sino dar unas indicaciones concretas sobre uno de los modos posibles de proceder en este aspecto. De acuerdo con mi experiencia, lo que el doctorando necesita para saber utilizar correctamente los sistemas de referencias, las citas y las notas a pie de página no es toda la información posible que existe sobre esta cuestión, sino todo lo contrario, un modelo concreto y definido que pueda seguir.
Para poder escribir la tesis elaborando lo que hemos llamado el texto final es necesario definir el sistema de referencia que vamos a utilizar. Es decir, definir cómo citaremos cada uno de los tipos de fuentes que hemos utilizado.
Lo primero y más importante en una tesis es que hay que decidir qué sistema vamos a utilizar y seguirlo siempre. Eso es lo que se llama ser consistente. Hay muchos sistemas posibles. Lo que distingue a un sistema de otro es cómo se usan las comas, las comillas, las preposiciones, la cursiva, los puntos, los espacios, los paréntesis o el orden en que se sitúa el autor, título... Es decir, lo que podría parecer más irrelevante en la escritura es, en este caso, lo más importante a tener en cuenta. Para decidir qué sistema elegiremos es importante seguir el ejemplo de la comunidad de investigación a la que pertenecemos. Sobre el sistema elegido se pueden hacer variaciones, pero sin perder de vista que lo importante de una referencia es que pueda ser encontrada con facilidad, que sea clara.
A continuación presento un listado de ejemplos de algunos de los posibles sistemas de referencias como muestra de las múltiples combinaciones:
E. d'Ors, La filosofía del hombre que trabaja y que juega, Antonio López, Barcelona, 1914, 35.
E. d'Ors, La filosofía del hombre que trabaja y que juega (Barcelona, Antonio López, 1914) pág. 35.
E. d'Ors, La filosofía del hombre que trabaja y que juega (Barcelona: Antonio López, 1914), 35.
D'Ors, Eugenio. 1914. La filosofía del hombre que trabaja y que juega. Barcelona: Antonio López, 35.
D'Ors, E. (1914) La filosofía del hombre que trabaja y que juega. Barcelona: Antonio López., 35.
D'Ors, E. (1914), La filosofía del hombre que trabaja y que juega, Barcelona: Antonio López, p.35.
Una vez decidido el sistema que se va a utilizar recomiendo preparar un modelo con cada tipo de documento y fuente que se utilizará en la tesis (libros, artículos, prólogos, artículos en Obras Completas, en libros con editor, volúmenes homenaje, correspondencia, entrevistas o fuentes electrónicas...). Para este modelo hay que distinguir, si la hay, la bibliografía primaria de la secundaria; y entre cómo se cita una referencia la primera vez que aparece en la tesis y cómo en las referencias posteriores.

Un modelo posible para las referencias a las fuentes consultadas y los criterios a seguir:

Este documento tiene tres partes.
La primera parte es la tabla de las abreviaturas que se utilizarán en la redacción de la tesis doctoral. La tabla de abreviaturas hay que hacerla antes de escribir la tesis. Aunque en el transcurso de la redacción se podrá admitir o eliminar alguna abreviatura. Hay que hacerla al principio, porque es necesaria para definir el sistema de referencias que vamos a utilizar.
La segunda parte es el listado de todos los tipos de fuentes posibles de los que disponemos, con un ejemplo de cómo sería su referencia la primera vez que aparece en la redacción del texto y otro de cómo será en las siguientes ocasiones.
La tercera parte es un listado en el que escribo explícitamente algunos detalles de los criterios utilizados y las excepciones del sistema de referencia elegido.
Cada doctorando, tras un tiempo de investigación exploratoria y antes de comenzar a escribir la tesis, debería hacer un modelo como este con sus propios ejemplos. Como se indica en el inicio de esta sección, este modelo ha de imprimirse para que esté siempre accesible para su consulta. Será la guía durante los tres o cuatro años que dure la investigación.
Para elaborar un documento como éste son necesarios varios días de trabajo. El listado debe ser lo más completo y detallado posible. Todo lo que pueda decidirse desde el principio significará un ahorro de tiempo al final.

1. Definir el listado de las abreviaturas de las fuentes más consultadas

ANC: Arxiu Nacional de Catalunya.
FHTJ: La filosofía del hombre que trabaja y que juega.
G 1906: Glosari 1906.
G 1907: Glosari 1907.
G 1908: Glosari de Xenius, MCMVIII, III.
NG I: Nuevo Glosario (1920-1926) I.
NG II: Nuevo Glosario (1927-1933) II.
NG III: Nuevo Glosario (1934-1943) III.
NvG: Novísimo Glosario (1944-1945).
OyV : Eugenio d'Ors. Obra y vida.
PAG: Papers anteriors al Glosari.

2. Listado de ejemplos de cómo citaré las referencias a las fuentes consultadas la primera vez que aparezcan en la redacción de la tesis y las veces siguientes:

2.1 Libros y artículos de Eugenio d'Ors:

En la primera aparición citaré la referencia completa y a partir de entonces la referencia abreviada.
Referencia completa: autor, título, editorial, año, página.
Post. ref o Referencia abreviada: autor, título abreviado según la tabla de abreviaturas o acortado si no está incluido en ella, año de la primera edición entre paréntesis que es la que usaré de ordinario y número de página. He decidido reflejar el año también en la referencia abreviada porque en mi tesis es importante saber a qué año corresponde el texto de Eugenio d'Ors que estoy citando. Si la edición que utilizo en la cita no es la primera, pondré en el paréntesis del año: primero el año de la primera edición, después una coma y después el año de la edición que estoy utilizando.
Ejemplos:

-1º ref. E. d'Ors, La filosofía del hombre que trabaja y que juega, Antonio López, Barcelona, 1914, 52.
Post. ref. E. d'Ors, FHTJ, (1914), 52.
-1º ref. E. d'Ors, Glosari de Xenius, MCMVIII, III, Talleres Gráficos Montserrat, Barcelona, 1915, 278.
Post. ref. E. d'Ors, G 1908, 278.
-1º ref. E. d'Ors, La muerte de Isidro Nonell. Seguida de otras arbitrariedades. Y de la Oración a Madona Blanca María, El Banquete, Madrid, 1905, 4.
Post. ref. E. d'Ors, La muerte de Isidro Nonell, (1905), 4.
-1º ref. E. d'Ors, "Paul Cézanne", Glosari 1906, ab les gloses a la conferencia d'Algeciras y les gloses al viure de París, Llibrería de Francesch Puig, Barcelona, 1907, 421.
Post. ref. E. d'Ors, "Paul Cézanne", G 1906, 421.
-1º ref. E. d'Ors, "Le résidu dans la mesure de la science par l'action" en T. Elsenhans (ed.), Bericht über den III Internationalen Kongress für Philosophie zu Heidelberg 1 bis 5 september 1908, s.e, 1909; Kraus reprint, Neldeln/ Liechtenstein, 1974, 751-757.
Post. ref. E. d'Ors, "Le résidu dans la mesure de la science par l'action", (1909, 1974), 751-757.
-1º ref. E. d'Ors, "El VI Congreso de Psicología", Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, 589, 30 de abril de 1909, 101.
Post. ref. E. d'Ors, "El VI Congreso de Psicología", (1909), 101.
-1º ref. E. d'Ors, "Prólogo" en J. Mª López Picó, Torment-Froment, s.e., Barcelona, 1910, vii-xviii.
Post. ref. E. d'Ors, "Prólogo a Torment-Froment", (1910), vii-xviii.
-1º ref. "Se está como en familia, entre una o dos docenas de hombres que cultivan una misma especialidad, y que, en lo posible, deducidas las diferencias de hablas nacionales y de subespecialidades, dominan un mismo tecnicismo". E. d'Ors, Glosari de Xenius, MCMVIII, III, Talleres Gráficos Montserrat, Barcelona, 1915, 278.
Post. ref. "Se está como en familia, entre una o dos docenas de hombres que cultivan una misma especialidad, y que, en lo posible, deducidas las diferencias de hablas nacionales y de subespecialidades, dominan un mismo tecnicismo". E. d'Ors, G 1908, 278.
-1º ref. E. d'Ors, "Correspòndencia d'Eugeni d'Ors a Jaume Bofill i Mates (Guerau de Liost)" en E. Bou y J. Murgades (eds.), Els Marges, 56, 1996, 104.
Post. ref. Como excepción no abreviaré las citas de correspondencia.

2.2. Libros de bibliografía secundaria. Artículos y libros incluidos en obra completa:

En la primera aparición citaré la referencia completa y a partir de entonces la referencia abreviada.
Referencia completa: autor, título en cursiva, editorial, ciudad, número del volumen -si lo tiene- en números romanos, año, página.
Referencia abreviada o post. ref: autor, título del libro acortado si es demasiado largo, volumen si lo tiene, página.
Ejemplos:
-1º ref. N. Bilbeny, Eugeni d'Ors i la ideologia del Noucentisme, La Magrana, Barcelona, 1988, 203.
Post. ref. N. Bilbeny, Eugeni d'Ors i la ideologia del Noucentisme, 203.
-1º. ref. J. Ferrater, "Sentido de una filosofía", Obras selectas, Revista de Occidente, Madrid, I, 1967, 194.
Post. ref. J. Ferrater, "Sentido de una filosofía", I, 194.
-1º ref. A. Galí, Història de les institucions i del moviment cultural a Catalunya. 1900-1036, Fundació A. Galí, Barcelona, IX, 1983, 181.
Post. ref. A. Galí, Història de les institucions, IX, 1983, 181.
-1º ref. J. Pla, Homenots. Primera sèrie, Obra completa, Destino, Barcelona, XI, 1980, 289.
Post. ref. J. Pla, Homenots, OC, XI, 289.

2.3. Artículos de bibliografía secundaria en revistas, actas o volúmenes homenaje:

Si no tienen editor:
Referencia completa: autor, título del artículo entre comillas, título de la revista en cursiva, número de la revista en arábigos, volumen en romanos, año, página.
Referencia abreviada: autor, título del artículo acortado si es largo entre comillas y página.
Ejemplos:

-1º ref. J. L. Marfany, "Modernisme i noucentisme, amb algunes consideracions sobre el concepte de moviment cultural", Els Marges, 26, 1982, 31-42.
Post. ref. J. L. Marfany, "Modernisme i noucentisme", 31-42.
-1º. ref. C. d'Ors, "Bio-bibliografía de Eugenio d'Ors" en "En el centenario de Eugenio d'Ors", Arbor, 433, CXL, 1982, 71.
Post. ref. C. d'Ors, "Bio-bibliografía de Eugenio d'Ors", 71.
-1º ref. J. P. d'Ors, "D'Ors, mi padre", Razón Española, 21, VII, 1987, 9.
Post. ref. J. P. d'Ors, "D'Ors, mi padre", 9.
-1º ref. J. L. Aranguren, "Determinación ética y estética de la filosofía de Eugenio d'Ors", Homenaje a Eugenio d'Ors. Academia breve de crítica de arte. Última exposición. Invierno de 1955, Dirección General de Bellas Artes, Madrid, 1955, 15.
Post. ref. J. L. Aranguren, "Determinación ética y estética", 15.
Si tienen editor:
Ejemplos:
-1º ref. G. Gullón, "Lo moderno en el modernismo" en R. A. Cardwell y B. Mc Guirk (eds.), ¿Qué es el modernismo?, Society of Spanish and Spanish-American Studies, Boulder/Colorado, 1993, 87-99.
Post. ref. G. Gullón, "Lo moderno en el modernismo", 87-99.
-1º ref. L. Jiménez Moreno, "El saber estético lúdico de Eugenio d'Ors" en A. Heredia (ed.), Actas del III Seminario de Historia de la Filosofía Española, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1983, 377-378.
Post. ref. L. Jiménez Moreno, "El saber estético lúdico de Eugenio d'Ors", 377-378.

2.4 Referencia de prólogos, estudios preliminares, notas editoriales o presentaciones:

Cuando el libro es de Eugenio d'Ors:
-1º ref. R. Gibert, "Estudio preliminar" en E. d'Ors, Nuevo Prometeo encadenado. Guillermo Tell, Magisterio Español, Madrid, 1971, 18.
Post. ref. R. Gibert, "Estudio preliminar a Nuevo Prometeo", 18.
Cuando el libro es de otro autor que no es Eugenio d'Ors:
-1º ref. J. Feijóo, "Estudio introductorio" en F. Schiller, Kallias. Cartas sobre la educación estética del hombre, Anthropos, Barcelona, 1990, 18.
Post. ref. J. Feijóo, "Estudio introductorio a Kallias", 18.

3. Otros criterios:

3.1. Referencia explicativa de un personaje en nota a pie de página:

-1º ref. Cortada i Serra, Alexandre. Barcelona 1865-1935. Periodista y musicólogo. Colaborador de L'Avenç desde diciembre de 1890 hasta el final de la revista en 1893. Decidido autonomista en política, su actitud se radicalizará en la época en que colabora en Catalònia. Cf. Gran Enciclopèdia Catalana, Enciclopèdia Catalana, Barcelona, 1992, VIII, 246.
Post. ref. Gran Enciclopèdia Catalana, VIII, 246.

3.2. Referencia con varios autores:

-1º ref. A. Carbonell, A. M. Espadaler y A. Tayadella, Literatura catalana, Edhasa, Barcelona, 1988, 365.
Post. ref. A. Carbonell, A. M. Espadaler y A. Tayadella, Literatura catalana, 365.

3.3. Números de páginas:

Los números de páginas en romanos los pondré en minúscula. (J. Castellanos, "Presentació", PAG, xlv). Los números de volumen en romanos en mayúscula. (J. P. d'Ors, "D'Ors, mi padre", Razón Española, VII, 1987, 9.)

3.4. Números de tomo o volumen:

El número del tomo o volumen en números romanos va antes del año y la página. Excepto en la Gran Enciclopèdia Catalana, 1992, XIX, 236.

3.5. Entre los números de páginas:

Detrás del guión entre dos números de páginas no dejaré espacio. (E. d'Ors, "Locura infantil con contagio", Pedagogía Viva, 2, 1911, 102-108.)

3.6. Iniciales y apellidos:

Para mencionar el autor: inicial del nombre, punto y primer apellido. Para los nombres que tengan un primer apellido como Fernández, Jiménez, Gómez, Martínez pondré también el segundo apellido.

3.7. Fechas:

En las fechas pondré el "de" entre el día, mes y año.

3.8. Nombres de editoriales:

Abreviar siempre los nombres de las editoriales. Omitir: Editorial, S.A.

3.9. Nombres de ciudades:

Ciudades editoriales: en la lengua en la que aparezca. Las ciudades de EE.UU. pueden ir acompañadas de las siglas del estado al que pertenecen.

3. 10. Cita del ANC:

-1º ref. Arxiu Nacional de Catalunya, 253, 01040101.
Post. ref. ANC, 253, 01040101.

3.11. Correspondencia:

Carta de E. d'Ors a A. Rubió i Lluch del 23 de marzo de 1904 desde Madrid. V. Cacho, "cartas de Eugenio d'Ors", Revisión de Eugenio d'Ors, Quaderns Crema, Barcelona, 1997, 153.

3.12. Alguna otra abreviatura:

Abreviaturas para sin editor, sin lugar o fecha: s.e., s.l., s.f..
Confróntese: Cfr. o Cf..

3.13. Fuentes electrónicas:

En las citas de fuentes electrónicas, después del autor y del título hay que especificar la dirección completa de URL dentro de los signos < >, la fecha de su aparición en la red o de la última revisión y entre paréntesis la fecha de acceso al documento de la fuente para su cita. En los documentos extensos que no tengan número de página, se indicará en su lugar la sección, el párrafo y el número de línea. Hay que ser muy cuidadoso con respetar la mayúsculas, minúsculas, barras y espacios de la dirección, no separar los elementos ni acabar las direcciones con un punto. (En esto he seguido a G. Harvey, Cómo se citan las fuentes, Nuer, Madrid, 2001, 66 y 94-97).
Ejemplo:
J. Murgades, "Eugeni d'Ors. Xènius", <http://www.uoc.es/lletra/noms/edors/>, 1999, (3 de marzo de 2002).
Es esencial hacer siempre una copia de la fuente, por si ésta desapareciera o se modificara con el tiempo.
Cuando se cite un correo electrónico se incluirá la dirección de correo del autor dentro de los signos < >, inmediatamente después de su nombre, y para el título se escribirá en cursiva lo que figure en la casilla del "Asunto".
Ejemplo:
J. L. Gómez-Martínez, "Consulta E. d'Ors", <jlgomez@ensayo.rom.uga.edu>, Correo electrónico personal, 3 de marzo de 2002.
Si la fuente electrónica no está en internet, sino que la hemos cogido de un CD-Rom se escribirá entre corchetes [ ] el medio en el que aparece la fuente.

4.4. Citas y plagios. Las notas a pie de página
Para la elaboración de este apartado me he servido en gran medida de la información que sobre este tema aparece en U. Eco, Como se hace una tesis, Gedisa, Barcelona, 2001 y en G. Harvey, Cómo se citan las fuentes, Nuer, Madrid, 2001.
El saber no es un hecho aislado. Es fruto de un proceso de elaboración y contraste a partir de los conocimientos de otras personas, lo que hemos llamado las fuentes. El hecho de documentar o reconocer las fuentes mediante las correspondientes citas y referencias no sólo denota la honradez y generosidad del autor, sino que también refuerza los argumentos expuestos. El reconocimiento de las fuentes es una obligación. Cuando aceptamos una idea y la utilizamos para construir nuestros argumentos, la cita nos ahorra volver a demostrar su validez. Si, por el contrario, cuestionamos o reinterpretamos una idea, la cita de la fuente aumenta el interés de nuestros argumentos en cuanto que rebaten o puntualizan una postura ya publicada. La preocupación por reflejar las fuentes sugiere a los lectores que el autor es un analista digno de confianza, cuyo pensamiento y cuyas lecturas tienen la solidez y solvencia suficientes para reconocer las opiniones de otras personas en la búsqueda de la verdad.
El uso de la fuente se muestra en el texto de distintas formas. Para el género tesis doctoral recomiendo una referencia numérica en formato superíndice (voladita) al final de la frase, después de las comillas y antes del punto final. Esta llamada numérica remite al lector a la nota a pie de página que empieza por ese mismo número. Este sistema es muy cómodo porque el lector sabe rápidamente a qué obra se refiere el doctorando.
Las dos formas más comunes del uso de las fuentes:

4.4.1. Cuando se reproduce literalmente el texto de una fuente consultada:

En este caso, la cita siempre va entrecomillada. El exceso de citas entre comillas da la impresión de que el autor no ha digerido suficientemente el material citado. Deben intercalarse con naturalidad en el discurso del texto y pueden introducirse con palabras como: como escribe, declara, afirma, enuncia, sostiene... (tal o cual autor). Aunque la cita entre comillas es una cita literal no siempre es necesario escribir la frase completa. Podemos finalizar la cita en otro momento y poner un punto. También pueden utilizarse los puntos suspensivos entre paréntesis (...) para omitir palabras dentro de la frase. No se utilizan al comienzo ni al final de la cita. Cuando se utilizan cursivas en la reproducción de la cita que no están en el original hay que indicarlo (por ejemplo con la expresión: "la cursiva es mía"). Cuando en la fuente hay un error ortográfico se incluirá, entre corchetes y en cursiva, la palabra latina [sic] después del error, para señalar que la incorrección procede de la fuente original. Cuando la cita textual que queremos reproducir tiene más de cinco líneas se puede citar en bloque. Es decir, se suprimen las comillas y se señala que se trata de una cita textual con un margen izquierdo mayor, con un tamaño de letra más pequeño y sin sangría. Si utilizamos en el texto una fuente de tamaño 12, será suficiente con que se utilice el 11. El bloque va precedido y finalizado por un salto de párrafo. El texto anterior al bloque debe señalar quién es el que habla y la frase que introduce el bloque acabará habitualmente con dos puntos. Para que no haya duda de que los textos en bloque son citas no debe usarse este formato para otra función distinta.

4.4.2. Citas de apoyo:

El otro uso habitual de las fuentes consiste en incorporarlas al texto como apoyo a nuestra investigación. En este caso nos servimos de ideas, palabras o conclusiones ajenas sin necesidad de reproducir textos literalmente.
A continuación se detallan algunos consejos y técnicas a tener en cuenta a la hora de citar: 
1. La referencia tiene que ser exacta y lo suficientemente detallada como para que pueda ser verificada por quien quiera hacerlo. Cuando la información aportada procede de una carta, manuscrito o comunicación personal, la referencia también debe ser lo más detallada posible. Se utilizan expresiones como por ejemplo: "Carta personal del autor... (con la fecha y el lugar)", "Manuscrito... (señalando el lugar en el que lo hemos consultado o la persona que nos ha facilitado su consulta...", "Entrevista con el autor... (fecha y lugar del encuentro)".
2. La extensión de una cita textual debe ser razonable. Si el fragmento supera la media página, seguramente hay algún problema. Sólo excepcionalmente tienen las citas esa extensión.
3. Ante la duda de citar o no citar una fuente y su referencia, es preferible hacerlo.
4. No se debe reproducir ninguna cita textual ni utilizar una idea que no se haya visto directamente. Excepcionalmente, cuando es imposible ver de primera mano la fuente, podemos hacer uso de ella señalando claramente que no la hemos visto y que utilizamos lo que ya cita otro autor.
5. No es necesario mostrar la referencia de la información que es de dominio público o conocimiento general. Por ejemplo, la fecha del descubrimiento de América.
6. En ocasiones puede suceder que nuestro trabajo tenga una deuda especial con otro libro, del que nos hemos servido en gran medida a lo largo de la investigación y redacción del texto. En este caso, no es necesario mostrar cada vez la referencia a esa fuente, sino que será suficiente con que al inicio de la tesis demos cuenta de esa deuda general.
7. Cuando lo que queremos es reconocer una ayuda de tipo general, conversaciones con amigos, profesores, cursos, colaboraciones... será suficiente con hacer mención en la introducción de la tesis.
8. Cuando se reproducen poesías, se utiliza una barra / para separar los distintos versos con un espacio antes y después de la barra.
9. El idioma de la cita textual debe ser el que se utiliza en la tesis. No todos están de acuerdo en esta recomendación, pero en mi opinión —a no ser en contadas excepciones— deben traducirse todos los textos al mismo idioma. Lo más adecuado es utilizar traducciones ya autorizadas y señalarlo en la referencia de la fuente. En el caso de que no existan, será necesario advertir en la introducción de la tesis, que mientras no se indique lo contrario, las traducciones son del doctorando.
10. El uso incorrecto de las fuentes puede dar lugar al plagio. Los plagios se producen cuando el autor del trabajo hace pasar ideas, palabras o información de otra fuente como si fueran propias, omitiendo expresamente la referencia de su autoría verdadera. Para evitar los plagios es necesario ser muy cuidadoso en la forma de extraer la información que nos interesa de las fuentes. Cuando tomamos notas es necesario esforzarse por distinguir las palabras y pensamientos propios de los de la fuente. Deben tomarse con cuidado, entrecomillando cuando copiamos literalmente, y apuntando la referencia completa de la fuente (autor, título, editorial, ciudad, año y número de página). Aunque pase tiempo desde que tomamos esas notas, si se indica la referencia de la fuente y se distingue la reproducción de frases de las ideas que nos ha sugerido la fuente, no habrá duda de a quién pertenece cada cosa. Para evitar con más rotundidad este peligro, recomiendo fotocopiar los textos o párrafos que nos interesan.

Las notas a pie de página:

Las anotaciones en una tesis serán habitualmente una referencia numérica en formato superíndice (voladita) al final de la frase, después de las comillas y antes del punto final. Esta llamada numérica remite al lector a la nota a pie de página que empieza por ese mismo número. En el caso de la tesis recomiendo situar las notas al pie y no al final del capítulo. Creo que es necesario que pueda verse en un momento, en un golpe de vista, la fuente de la que nos estamos sirviendo.
Además de señalar las citas, la anotación del cuerpo del texto también puede servir para remitirnos a una aclaración que sea pertinente para la argumentación, pero que en el cuerpo del texto interrumpiría la fluidez del discurso. En las tesis doctorales es habitual utilizarlas para explicar algunos de los criterios adoptados sobre las fuentes utilizadas o el sistema de referencia; para remitir al lector a otros textos en los que es posible encontrar las mismas ideas (con la abreviatura (Cfr. o Cf.), que quiere decir "confróntese", nos remitimos a otro libro o capítulo en el que podría encontrarse la misma idea); para introducir una cita de refuerzo que en el texto estorbaría o para ampliar (o discutir) las afirmaciones que se han hecho en el texto.

5. Cómo se termina una tesis

Una vez está redactada la tesis, completado el índice y la bibliografía quedan tres pasos fundamentales: la encuadernación, la defensa y la publicación de la tesis. En este apartado se proporcionan recomendaciones prácticas para finalizar con éxito el trabajo de años de investigación.

5.1. La encuadernación de la tesis

Una vez escritas y corregidas todas las secciones de la tesis (portada, índice, introducción...) y una vez se ha repaginado cada sección de acuerdo con el número de página que le corresponde, solo queda completar el índice y hacer una impresión en papel. Al escribir la tesis en documentos distintos, uno para cada sección, hay que repaginar para que el número de las páginas sea continuo. Para repaginar hay que abrir cada documento, ir al menú Insertar, seleccionar la opciónNúmeros de página, hacer un clic en Formato, escribir en la opción Numeración de páginas-iniciar en ... el número que corresponde a la primera página de esa sección y darle a Aceptar. Para calcular qué número de página corresponde a cada sección hay que mirar en qué número termina la sección anterior y, si es un número par escribir el siguiente, y si es impar, escribir el siguiente más uno. Ésto último se hace así porque las secciones siempre empiezan en página impar y por tanto habrá que dejar una página en blanco (la que haría el número par) al final de la sección anterior.
Una vez se ha hecho y revisado la impresión en papel pueden pasar dos cosas. Si la impresión es a dos caras no hay más que juntar todas las impresiones y tendremos el ejemplar de la tesis. Si la impresión es a una sola cara hay que insertar al final de las secciones que terminan en página impar esos folios en blanco de los que acabamos de hablar. Una vez se juntan todas las secciones impresas habrá que hacer una fotocopia a dos caras y así tendremos el mismo resultado que si la impresora fuera a doble cara.
Con las medidas de la caja que hemos sugerido para el formato de la tesis, una medida proporcionada para la encuadernación definitiva será 17 por 24 cm. Con estas medidas el cuerpo del texto tiene un margen superior de 2,50 cm., el margen inferior (siempre un poco mayor que el superior) de 3 cm. y el margen interior y exterior de 2,50 cm. Aunque las casas de encuadernaciones saben hacer su trabajo, cuantas más cosas decidamos nosotros, más responsables somos del resultado final. Por esta razón sugiero señalar estas medidas con unas líneas de lápiz en uno de los folios, que serán las que marquen por dónde habra de hacer el encuadernador el corte para que quede la medida que sugerimos; y entregar siempre la copia en papel y no en soporte informático.
Por último, aunque resulta un poco más caro, queda más elegante que el color de las páginas no sea blanco sino beige. En cuanto al diseño de las portadas, lo dejo a la elección de cada uno. Es un detalle útil para con el tribunal pedir en la encuadernación que pongan una cinta que sirva como guía para señalar dónde se interrumpe la lectura.

  • Bibliografía recomendada:
    • Eco, Umberto. Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de estudio, investigación y escritura, Gedisa, Barcelona, 2001.
    • Cassany, Daniel. La cocina de la escritura, Anagrama, Barcelona, 1995. Harvey, Gordon. Cómo se citan las fuentes, Nuer, Madrid, 2001.
    • Hoffman, Eric. Guidebook for Publishing Philosophy, Philosophy Documentation Center, Bowling Green, OH, 1997.
    • Izuzquiza, Ignacio. Guía para el estudio de la filosofía. Referencias y métodos, Anthropos, Barcelona, 1989.
    • List, Charles J. y Plum, Stephen H. Library Research Guide to Philosophy, Pierian Press, Ann Arbor, MI, 1990. Martinich, Aloysius P. Philosophical Writing. An Introducction, Prentice Hall, Englewood Cliffs, NJ, 1990.
    • Seech, Zachary. Writting Philosophy Papers, Wadsworth, CA, 1997.
    • Turabian, Kate L. A Manual for Writers of Term Papers, Theses and Dissertations, The University of Chicago Press, Chicago, 1987.
    • Watson, Richard A. Writting Philosophy. A Guide to Professional Writing and Publishing, Southern Illinois University Press, Carbondale, IL, 1992.