La ciencia es una vasta empresa que ha
ocupado y ocupa una gran cantidad de esfuerzos humanos en procura de
conocimientos sólidos acerca de la realidad. Tratar de elaborar una definición
más precisa sería tarea evidentemente ardua, que escapa a los objetivos de
estas páginas. Pero interesa señalar aquí que la ciencia debe ser vista como
una de las actividades que el hombre realiza, como un conjunto de acciones
encaminadas y dirigidas hacia determinado
fin, que no es otro que el de obtener un conocimiento verificable sobre
los hechos que lo rodean. [V. Bunge M., La Ciencia, su Método y su
Filosofía, Ed. Siglo Veinte, Bs. Aires, 1972; N. Ferrater Mora, Diccionario de
Filosofía; Nagel, Ernest, La Estructura de la Ciencia, Ed. Ariel, Barcelona,
1978, y nuestro ya citado Los Caminos de la Ciencia, entre la mucha bibliografía
existente.]
Como toda actividad humana,
la labor de los científicos e investigadores está naturalmente enmarcada por
las necesidades y las ideas de su tiempo y de su sociedad. Los valores, las
perspectivas culturales y el peso de la tradición juegan un papel sobre toda
actividad que se emprenda y, de un modo menos directo pero no por eso menos
perceptible, también se expresan en la producción intelectual de una época el
tipo de organización que dicha sociedad adopte para la obtención y transmisión
de conocimientos y el papel material que se otorgue al científico dentro de su
medio. [V., entre otros, a Bernal, John D., Historia Social de la
Ciencia, Ed. Península, Barcelona, 1976; Merton, Robert K., La Sociología de la
Ciencia, Ed. Alianza, Madrid, 1977; Geymonat, Ludovico, El Pensa- miento
Científico, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1972, y Kuhn, Thomas, La Estructura de
las Revoluciones Científicas, Ed. FCE, Madrid, 1981.] Considerando estos
factores será preciso definir a la ciencia como una actividad social y no
solamente individual, para no correr el riesgo de imaginar al científico como
un ente abstracto, como un ser que no vive en el mundo cotidiano, con lo
que perderíamos de vista las inevitables limitaciones históricas que tiene todo
conocimiento científico.
Entrando más de lleno en la
determinación de las características principales del pensamiento científico
habremos de puntualizar que éste se ha ido gestando y perfilando
históricamente por medio de un proceso que se acelera notablemente a partir de
la época del Renacimiento. La ciencia se va distanciando de lo que
algunos autores denominan Aconocimiento vulgar", [Nos referimos a Bunge,
Op. Cit.] otros Aconocimientos práctico" y otros A el mundo del
manipular"; [Kosic, Karel, Dialéctica de lo Concreto, Ed.
Grijalbo, México, 1967, pp. 26 a 37, passim.] se va estableciendo así una
gradual diferencia con el lenguaje que se emplea en la vida cotidiana, en la
búsqueda de un pensamiento riguroso y ordenado.
Al igual que la filosofía,
la ciencia trata de definir con la mayor precisión posible cada uno de los
conceptos que utiliza, desterrando las ambigüedades del lenguaje corriente.
Nociones como las de Acrisis económica", Avegetal" o Aestrella",
por ejemplo, que se utilizan comúnmente sin mayor rigor, adquieren
en los textos científicos un contenido
mucho más preciso. Porque la ciencia no
puede permitirse designar con el mismo
nombre a fenómenos que, aunque aparentemente semejantes, son de distinta
naturaleza: si llamamos Acrisis" a toda perturbación que una nación
tiene en su economía sin distinguir entre los diversos tipos que se presentan,
nos será imposible construir una teoría que pueda describir y explicar lo que
son precisamente las crisis: nuestro modo de emplear el lenguaje se convertirá
en nuestro principal enemigo. De allí la necesidad de conceptualizar con el
mayor rigor posible todos los elementos que componen nuestro razonamiento, pues
ésta es la única vía que permite que el mismo tenga un significado
concreto y determinado. De allí también la aparente oscuridad de algunos
trabajos científicos, que emplean conceptos específicos, claramente
delimitados, utilizando palabras que confunden al profano.
Otras cualidades específicas
de la ciencia, que permiten distinguirla con bastante nitidez del pensar
cotidiano y de otras formas de conocimiento:
Objetividad: La palabra objetividad se deriva de
objeto, es decir, de aquello que se estudia, de la cosa o problema sobre
la cual deseamos saber algo. [V. Infra, 2.1.]
Objetividad significa, por lo tanto,
que se intenta obtener un conocimiento que concuerde con la realidad del
objeto, que lo describa o explique tal cual es y no como nosotros
desearíamos que fuese. Ser objetivo es tratar de encontrar la realidad del
objeto o fenómeno estudiado, elaborando proposiciones que reflejen sus
cualidades. Lo contrario es la subjetividad, las ideas que nacen del
prejuicio, de la costumbre o de la tradición, las meras opiniones o
impresiones del sujeto. Para poder luchar contra la subjetividad es preciso que
nuestros conocimientos puedan ser verificados por otros, que cada una de las
proposiciones que hacemos sean comprobadas y demostradas en la realidad, sin
dar por aceptado nada que no pueda sufrir este proceso de verificación.
Si una persona sostiene: Hoy
hace más calor que ayer" y otra lo niega, no podemos decir, en principio,
que ninguna de las dos afirmaciones sea falsa o verdadera. Probablemente
ambas tengan razón en cuanto a que sienten más o menos calor que el día
anterior, pero eso no significa que en realidad, objetivamente, la temperatura
haya aumentado o decrecido. Se trata de afirmaciones no científicas, no
verificables, y que por eso deben considerarse como subjetivas. Decir, en
cambio, ahora la temperatura es de 24 o C", es una afirmación de
carácter científico, que puede ser verificada, y que Ben caso de que esto
ocurra B podemos considerar como objetiva.
El problema de la
objetividad no es tan simple como podría dar a entender el ejemplo anterior,
sacado del mundo físico. En todas nuestras apreciaciones va a existir siempre
una carga de subjetividad, de prejuicios, intereses y hábitos mentales de
los que participamos muchas veces sin saberlo. Este problema se agudiza cuando
nos referimos a los temas que más directamente nos conciernen, como los de la
sociedad, la economía o la política, en todos los cuales puede decirse que
estamos involucrados de algún modo, que somos a la vez los investigadores y los
objetos investigados. Por eso no debemos decir que la ciencia es objetiva, como
si pudiese existir un pensamiento totalmente liberado de subjetividad, sino que
la ciencia intenta o pretende ser objetiva, que trata de alcanzar un fin que,
en plenitud, en términos absolutos, resulta inaccesible.
Racionalidad: es otra característica de suma importancia para definir la actividad
científica, que se refiere al hecho de que la ciencia utiliza la razón como
arma esencial para llegar a sus resultados. Los científicos trabajan en lo
posible con conceptos, juicios y razonamientos y no con sensaciones, imágenes o
impresiones. Los enunciados que realizan son combinaciones lógicas de
esos elementos conceptuales que deben ensamblarse coherentemente, evitando las
contradicciones internas, las ambigüedades y las confusiones que la
lógica nos enseña a superar. La racionalidad aleja a la ciencia de la religión,
y de todos los sistemas donde aparecen elementos no racionales o donde se apela
a principios explicativos extra o sobre-naturales; y la separa también del arte
donde cumple un papel secundario, subordinado a los sentimientos y sensaciones.
Sistematicidad: La ciencia es sistemática, organizada en
sus búsquedas y en sus resultados. Se preocupa por organizar sus ideas
coherentemente y por tratar de incluir todo conocimiento parcial en conjuntos
cada vez más amplios. No pasa por alto los datos que pueden ser relevantes para
un problema sino que, por el contrario, pretende conjugarlos dentro de teorías
y leyes más generales. No acepta unos datos y rechaza otros, sino que trata de
incluirlos a todos dentro de modelos en los que puedan tener ordenada cabida.
La sistematicidad está estrechamente ligada a la siguiente característica
que examinaremos.
Generalidad: La preocupación científica no es tanto ahondar y completar
el conocimiento de un solo objeto individual, como en cambio lograr que cada conocimiento
parcial sirva como puente para alcanzar una comprensión de mayor alcance.
Para el investigador, por ejemplo, carece de sentido conocer todos los detalles
constitutivos de un determinado trozo de mineral: su interés se encamina
preponderantemente a establecer las leyes o normas generales que nos describen
el comportamiento de todos los minerales de un cierto tipo, tratando de
elaborar enunciados amplios, aplicables a categorías completas de objetos. De
este modo, tratando de llegar a lo general y no deteniéndose exclusivamente en
lo particular, es que las ciencias nos otorgan explicaciones cada vez más
valiosas para elaborar una visión panorámica de nuestro mundo.
Falibilidad: la ciencia es uno de los pocos sistemas elaborados por el hombre
donde se reconoce explícitamente la propia posibilidad de equivocación, de
cometer errores. En esta conciencia de sus limitaciones es donde reside su
verdadera capacidad para autocorregirse y superarse, para desprenderse de todas
las elaboraciones aceptadas cuando se comprueba su falsedad. [Se
recomienda, para todo este punto, consultar a Mario Bunge, La
investigación Científica, su Estrategia y su Filosofía, Ed. Ariel, Barcelona,
1969, así como a Popper, Karl, La Lógica de la Investigación Científica,
Ed. Tecnos, Madrid, 1980.]
Gracias a ello es que nuestros conocimientos
se renuevan constantemente y que vamos hacia un progresivo mejoramiento de las
explicaciones que damos a los hechos. Al reconocerse falible todo científico
abandona la pretensión de haber alcanzado verdades absolutas y finales, y por
el contrario sólo se plantea que sus conclusiones son Aprovisoriamente
definitivas", como decía Einstein, válidas solamente mientras no
puedan ser negadas o desmentidas. En consecuencia, toda teoría, ley o
afirmación está sujeta, en todo momento, a la revisión y la discusión, lo que
permite perfeccionarlas y modificarlas para hacerlas cada vez más objetivas, racionales,
sistemáticas y generales.
Este carácter abierto y
dinámico que posee la ciencia la aparta de un modo nítido de los dogmas de
cualquier tipo que tienen la pretensión de constituirse en verdad infalible,
proporcionándole así una enorme ventaja para explicar hechos que esos dogmas no
interpretan o explican adecuadamente, para asimilar nuevos datos o
informaciones, para modificarse continuamente. Es, de algún modo, la diferencia
crucial que la distingue de otros modelos de pensamiento, sistemáticos y
racionales muchas veces, pero carentes de la posibilidad de superarse a sí
mismos.
no me funciono en nada
ResponderEliminarni amy vale madre
Eliminarmmmmmmm.................... Gracias pero no es lo que nesecito"""""""""""""""tremendo testameto cual es mi parte!!!!!!!!!!!!!!!!!! jejejjejejeje Gracias de todas maneras!!
ResponderEliminarno me sirve de nada.
ResponderEliminarMuy buena información.... :)
ResponderEliminarMUY BIEN EXPLICADO GRACIAS
ResponderEliminarMe falta una característica que es exacto gracias
ResponderEliminarMe falta una característica que es exacto gracias
ResponderEliminar¿Cuál es tu nombre? para ponerte como referencia.
ResponderEliminar¿Cuál es tu nombre? para ponerte como referencia.
ResponderEliminaresta muy largo, no me llama la atención como para ponerlo en mi tarea... sean mas breves es lo que queremos los chavos. Y verán que tendrán mucho mas éxito en sus conocimientos compartidos con la sociedad. Los amooo❤! Besoss��✌
ResponderEliminarme sirvio!
ResponderEliminargracias:)
no me sirvio :v
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